Estaba en la puerta del local que albergaba la Feria del Libro de Ciudad de la Costa. Esperaba para la presentación del libro Falsas escrituras, de Sofía Rosa. No andaba con mucho tiempo, así que me alegró saber que la presentación sería la primera de una serie de tres libros que se presentaban en la misma noche. Entre el público, numeroso, me llamó la atención que hubiera una cantidad importante de gente joven.
Antes de entrar al salón hicimos una pequeña ronda de charla con tres o cuatro conocidos, entre los cuales estaba la autora del libro que voy a comentar. Charlamos de todo un poco. Entre los temas que surgieron, una cuestión que quedó planteada fue la de la dificultad que comporta escribir poesía para niños. Lo planteó la propia autora. Me llamó la atención su comentario, pues de algún modo, cosa que no es frecuente, estaba reconociendo que escribir poesía para niños no es, como suele pensarse, algo fácil. Por el contrario, ella veía en la tarea una dificultad. Me hubiera gustado seguir charlando de estos temas, pero debíamos entrar porque iniciaba el evento.
La presentación del libro comenzó con una conferencia. Podría escribir aquí que en realidad fue una «sinferencia», pues sin ton ni son, el orador de turno quiso recorrer todos los aspectos de la poesía «escrita por mujeres» desde la época de la Ilustración hasta el presente y cuando se refirió al libro, hay que reconocerlo, le erró feo. Mala suerte para el libro y para la autora, que mientras esperaba a leer algunos de sus poemas veía como el público más joven se levantaba y se iba, uno detrás del otro, espantados, aburridos, desilusionados, con la «sinferencia» antes mencionadas. Mala suerte para esos jóvenes, pues tal vez se perdieron la posibilidad de acceder a un libro que, de leerlo por sus propios medios, sin advertencias previas, quizás les hubiera gustado tanto como me gustó a mí.
Y aquí lo más interesante del asunto. Pienso que este libro de poesía cumple con aquella regla de Michel Tournier para calificar la literatura infantil: que el libro esté tan bien escrito que hasta los niños puedan leerlo. Y es que estas Falsas escrituras, además de una muy lograda estructura, con cuatro secciones que reúnen los poemas en un orden temático que va desde las cuestiones metafísicas elementales hasta la sencillez de los sentimientos afectivos, pasando por el régimen de los juegos infantiles y de los juegos adultos, en particular, los de leer y escribir, además, decía, Falsas escrituras tiene en sus poemas una limpidez aforística y una contundencia expresiva forjada a golpes de duda y certeza, a golpes de pasión y razón, que los hace especialmente aptos para que un niño o una niña, un adolescente o un joven, hombre o mujer ya, pueda disfrutarlos.
A modo de ejemplo, me permito transcribir algunos poemas.
De la primera sección, que lleva por título: «¿A dónde va mi gato cuando se escapa? / ¿A dónde va mi sueño cuando despierto? / ¿A dónde va mi alma cuando muere?», transcribo el primer poema, que me parece una muy acertada forma de introducirnos en el libro:
PENTAGRAMA
Tu mano insomne acaricia el papel; la piel de mi vida.
Tu mano insomne corrige la letra, dibuja la metáfora.
Tu mano insomne no cree en estas falsas escrituras, y sin embargo no se duerme.
La poesía a la que vamos a entrar está hecha de esos materiales entremezclados: papel y piel, letra y metáfora, sueño e insomnio. La escritura, falsa, desde que todo poeta es un fingidor, desemboca sin mayor pretensión en su anverso: la expectativa de una verdad que nos quite el sueño, que nos haga estar despiertos, una y otra vez, intentando ir más allá del papel/piel, de la letra/metáfora, hacia una dimensión donde la música del decir («los sonidos y los idiomas», dirá más adelante la poeta), cante, nos la cante. He ahí el pentagrama que puede guiarnos.
De la segunda sección, que lleva por título: «1 2 3 4-5 6 7-8 9: / ¿a qué cielo debemos llegar?», y que como decía antes, refiere a los juegos: juegos de niños, juegos de escritura, juegos de vida, elijo este:
LA BÚSQUEDA DEL TESORO
Salto de una página a la otra. Busco.
Todas están en blanco.
No me animo a empezar.
Cuando te vi observar este cuaderno viejo, pensé que habías dejado allí alguna pista.
Cuando lo tocaste, cuando lo abriste, cuando me sentiste, creí que habías empezado a jugar conmigo.
La búsqueda del tesoro es quizás uno de los juegos más gratos que jugué en mi infancia y adolescencia. Se juega en grupo. Exige coordinación. Exige intelecto (para descifrar las pistas) y destreza física (correr, buscar, aventurarse en territorios desconocidos). Ese juego se vuelve aquí un símbolo (o metáfora) de una realidad vital propia de todo niño (¿quién estará a mi lado para jugar conmigo?), de todo adolescente (¿quién estará de verdad a mi lado?) y también, por qué no, de todo adulto (¿qué haré con mi soledad cuando no tenga con quien jugar?). La literatura, cuando aborda estos temas, y cuando lo hace así (ya lo dije: con contundencia y claridad expresiva), pues eso: que no tiene edades para ser leída.
De la tercera sección: «Quién me espera», que retoma el tema de la soledad y la compañía, y por ende, de las dificultades propias de esos dos estados cotidianos de los humanos, elijo un poema que me gustó en particular, quizás porque retoma una experiencia de pérdida dolorosa, de esas que, seguramente, nadie como un niño puede sufrir tanto:
CUATRO. EXTRANJERO
la niña al costado de la vía.
la niña al costado de la vida.
llorando su abandono.
camuflando sus lágrimas con su sangre.
golpeando a la muerte.
a la muerte puta que le mató a su perro.
La vía, la vida, el abandono: ¿no hay mucho que agregar?, ¿verdad? Solo repetir aquí, con insistencia, una pregunta: ¿esto no es un poema para niños y jóvenes? Que me lo nieguen.
De la cuarta y última sección, que lleva por título: «Viniste una noche, / mientras dormía», me quedo con un poema que retoma la temática del sueño y el despertar, de la vida y de la muerte (¡ah, con zombis y todo!, esos resucitados por la brujería de la poesía). Un poema sobre la falsedad y la verdad de la escritura, de la soledad y la compañía, de la búsqueda y los encuentros:
ADENTRO
Busco tu casa desesperadamente.
Entro a una, a otra, solo veo caras muertas:
me miran, me tocan, me desean, entierran.
Espero quietita en la oscuridad
(siempre me gustaron los rincones)
cuando llegás, ya no te sueño.
No sé si a Sofía Rosa le gustará que yo haya pretendido mostrar que su libro, más allá de que ella no lo considere apto para niños y jóvenes, perfectamente podría ser leído por lectores de edades tempranas: en particular, adolescentes y jóvenes. No sé si a otros lectores, de esos que cargan con cierta moralina mohosa, les gustará que yo pueda recomendar este libro como «apto para todo público», teniendo que ser consciente (lo soy) de que hay algunos poemas que sugieren (nunca explicitan) una densidad carnal y unos enrevesados juegos de seducción que quizás se piense que no son propios de la infancia: que se enteren.
Sea como sea, recomiendo este libro. No voy a hacer en esta página una nueva «sinferencia». Y espero que si alguien le acerca este libro a algún lector joven, tampoco lo haga. Solo sugiero que lo lean y lo dejen por ahí, a la mano de los potenciales lectores más jóvenes. Y ya veremos si estos se interesan en algo que tras proclamarse falso guarda limpias y bellas verdades.
Ficha bibliográfica:
Sofía Rosa: Falsas escrituras
Editorial Yaugurú
Colección: Todos los gallos están despiertos / 8
Montevideo, 2011.