No al cierre de Imaginaria y La Biblio de los Chicos

Hace más de un año escribí aquí lo que significa para mí la Revista Imaginaria. Hoy escribo apenado porque esta publicación, junto con esa enorme biblioteca de literatura infantil y juvenil que es La Biblio de los Chicos está por ser cerrada.

Si esto sucediera, sería una inmensa pérdida. Y es que son sitios realmente muy importantes.

Por eso convoco a adherir a la Campaña de Apoyo que se ha lanzado en la web.

La firma de todos quienes apostamos a la promoción de la Literatura Infantil y Juvenil, escritores, ilustradores, docentes, bibliotecarios, lectores… puede ser un respaldo importante a la hora de encontrar soluciones para estos sitios que son un mojón en la autopista de internet.

Hubiera preferido que mi entrada anterior, con un saludo de buenos augurios para el 2011, fuera la que cerrara este año en Garabatos y Ringorrangos, pero bueno: nos obligan a salir.

Que no cierren...

2010… 2011…

 

2010... 2011... cliquear para ampliar el saludo ;-)

Quiere a ese perro: poesía y escuela (II)

Una serie de fortuitas coincidencias me llevaron a leer el libro «Quiere a ese perro«, de Sharon Creech , ilustrado por Alejandro Magallanes y traducido del inglés por Cecilia Aura.

Quiere a ese perro, de Sharon Creech

Quiere a ese perro es uno de esos libros que, más allá de su aparente sencillez, posibilita varias lecturas y exige (o al menos a mí me lo exigió) una meditación cautelosa: y es que en lo que refiere al vínculo entre poesía e infancia, o entre poesía y escuela, uno no puede dejar que le den liebre por perro.

Este libro, que los norteamericanos catalogan como «a poetic novella» se nos presenta como un diario íntimo, o un cuaderno personal de Jack, un escolar que va escribiendo entradas, semana a semana, sobre su proceso de aproximación a la poesía. Proceso motivado por su maestra, la Señorita Stretchberry, y también por las lecturas de poesía que ella recomienda durante el curso. En total nueve poemas, de los cuales Jack irá haciendo sus propias versiones en el transcurso del año lectivo: «The Red Wheelbarrow», de William Carlos Williams, «Stopping by Woods on a Snowy Evening», de Robert Frost; «The Tiger», de William Blake; «Dog», de Valerie Worth; «The Pasture», de Robert Frost; «Street Music», de Arnold Adoff; «The Apple», de S. C. Rigg (un seudónimo de Sharon Creech); «Love that Boy», de Walter Dean Mayers. Todos los poemas están transcriptos y traducidos al español al final del libro.

En su aspecto de «novella«, el libro tiene una trama que lo vuelve muy atractivo, pues el personaje de Jack no sólo va aprendiendo poesía durante ese curso (de lo que da cuenta en su diario, comentando las lectura y escribiendo sus propios poemas, o versionando poemas de otros autores), sino que se va encontrando consigo mismo, con sus sentimientos, con sus pensamientos, con el dolor que puede haberle provocado la pérdida de una mascota en su infancia, con el placer que puede provocarle escribir una carta a su poeta admirado, invitándolo a visitar su escuela, y tener éxito en la solicitud, siendo que el poeta-héroe llega de visita a la escuela sobre el final del curso (el final del libro), suscitando ello una serie de ansiedades y entusiasmos en el niño-narrador.

También es un acierto la voz de ese niño. Vacilante y tímida al principio, cuando escribe sus primeros textos:

4 DE OCTUBRE

¿Promete

no leerlo

en voz alta?

¿Promete

no escribirlo

en el pizarrón?

Está bien, aquí está,

pero no me gusta.

Hay tanto que depende

de

un coche azul

salpicado de lodo

corriendo por la calle.

Entusiasta y segura al final, cuando escribe una carta al poeta admirado, a quien también envía el poema que él escribió:

6 DE JUNIO

Querido señor Walter Dean Myers:

Gracias

cien millones de veces

por

dejar su trabajo

y a su familia

y sus cosas-que-la-gente-tiene-que-hacer

para venir a visitarnos

a nuestra escuela

y nuestro salón.

Así, en la primera lectura, uno se encuentra con un libro que habla del modo en que una maestra de escuela promueve la lectura y la escritura de poesía entre los estudiantes de su curso, inicialmente desconfiados y prejuiciosos respecto de este género literario:

13 DE SETIEMBRE

No quiero

porque los niños

no escriben poesia.

Las niñas, sí.

21 DE SETIEMBRE

Traté.

No puedo.

Mi cerebro está vacío.

La maestra, de a poco, dándoles a leer poemas, hablando sobre ellos, exigiéndoles que escriban algo, logra motivarlos. Con Jack, paulatinamente, su prédica tiene éxito. Y ello, tal parece, ya sería suficiente, pues el libro intenta decirnos: si uno puede, todos podrán. En este sentido, Quiere a ese perro es un libro que contagia optimismo, al menos para quienes gustan de leer y escribir.

En una segunda lectura, cuando uno se pone más exigente, encuentra en el libro algunas cuestiones que rechinan un poco. Y es que todo parece demasiado fácil cuando se sabe -bien que se sabe- que ni el mundo escolar ni el mundo de la poesía son universos exentos de complejidad.

27 DE SETIEMBRE

No entiendo

el poema sobre

la carretilla roja

y los pollos blancos

y por qué tanta cosa

depende de

ellos.

Si eso es un poema,

el de la carretilla roja

y los pollos blancos,

entonces cualquier frase

puede ser un poema.

Sólo tienes que

escribir

líneas

cortas.

17 DE ENERO

(…)

En el pizarrón

escritos a máquina

parecen

poemas

y los otros niños

los están viendo

y piensan

que en verdad son

poemas

y todos

preguntan

¿Quién escribió eso?

La poesía no es prosa quebrada. «Escribir / líneas / cortas» no equivale a escribir versos. La mera apariencia gráfica de la poesía no es poesía. Pero claro, para acercar a los niños de escuela a la poesía, y para hacerlo en el salón de clases, quizás no sea un buen camino comenzar a hablar de ritmo, rima, imagen, color, significado, estrofas, versos, sílabas… Quizás es mejor comenzar por una mascota: por ejemplo, un perro. Y luego indagar sobre los sentimientos y pensamientos que el perro concita: afecto, nostalgia, tristeza, compasión. Y lograr que ello tome, en algún recodo, la forma y el camino de la poesía.

En una última lectura (quizás más calma, ni eufórica ni apática, sino conciliatoria) uno puede apreciar, además del texto, además del afán poético de la obra, la excelente ilustración que logra Alejandro Magallanes para esta versión en español del libro. Un trazo sencillo, jugando en contrastes estrictos de negro y blanco, al modo en que remeda el dibujo infantil, sin dejar de expresar en todo momento, y muy a tono, la tensión emocional que el texto va apuntalando.

En definitiva, Quiere a ese perro es una lectura muy apta para acercar la poesía a la escuela, y para hacerlo sin forzar los tantos, sabiendo que no siempre se da esa perfecta coincidencia entre un Jack, una Señorita Stretchberry y un Walter Dean Mayers, pero que en una de esas…

Cabe la poesía y el diseño: Fressia (uy) x Magallanes (mx)

De mi recorrida por la muestra URUMEX, me traje en la cabeza un cartel en particular. No digo que sea el mejor ni nada de eso: digo que es uno de los que me quedó en la cabeza.

El cartel fue diseñado por Alejandro Magallanes. El poema sobre el cual trabajó el diseñador, es uno de Alfredo Fressia que en el cartel figura con el título: «El jardín modernista».

El poema, si no me equivoco, hace referencia a otro poema de María Eugenia Vaz Ferreira y, seguramente, a un paseo por el Prado, donde una estatua de bronce intenta homenajear a la poeta.

Eso en apariencia. En el fondo, el poema hace referencia a las dificultades que representa acercarse (preposiciones mediantes) desde esta posmodernidad, en la que todos los gatos son pardos (y todo lo que cabe la poesía vale como tal)  a la poesía de aquella modernidad (en desuso, como la preposición recurrida). Una dificultad de acercamiento que sólo la ironía compensa (o casi). Ironía que el diseñador supo captar perfectamente, con su trazo cabe lo posmoderno.

Cabe la fuente, decía
el poema de 1912
que leo un siglo después:
Cabe la fuente, y
entre la fuente escrita
y la que leo
yace inmenso y desnudo un dios de sueños.
Yo nadaba tras él como un delfín.
Sé que quedó cabe el dios
todo lo que tuve mientras navegué,
el manantial de lo que pensé tener y saber
de buena fuente,
y hoy me adormezco cabe la estatua
de los vertedores
implorando por un verso,
uno más para olvidarme,
Cabe la fuente.

Diseñador: Alejandro Magallanes. Poeta: Alfredo Fressia. URUMEX (POESÍA - DISEÑO)

El trabajo de Alejandro Magallanes, a pesar de su aparente sencillez, tiene un estilo inconfundible. Por lo pronto, sin conocer la trayectoria de Magallanes y sin que nadie me dijera nada,  pude distinguir su cartel como pertenciente al autor que ilustró el libro «Quiere a ese perro» (del cual, dicho sea de paso, prepararé un comentario que en breve aparecerá por aquí).

Por lo demás, quienes anden por la Plaza Matriz no dejen de entrar a ver la muestra de carteles de URUMEX.

Los espejos de la lluvia en Kalén

Iba a escribir algo sobre la «curiosa» presentación de los libros «Los espejos de Anaclara» y «Ver llover» que hicimos con Mercedes Calvo bajo el título de «Los espejos de la lluvia«, pero las amigas de Kalén hicieron una cobertura fotográfica que no deja espacio para agregar mucho más.

Los espejos de la lluvia en la vidriera de Kalén

Eso sí, me quedo con los ecos que tuvo la actividad en México, donde María García Esperón repicó la noticia.

Un momento de la presentación en Kalén

Presentar libros, a veces, es un placer: esta fue una de esas veces. Y quedan los libros por ahí, buscando a sus lectores.