Por sus espigas la reconocerán: entrevista con Ana Garralón

Ana Garralón es especialista en libros para niños, labor a la que se dedica desde ya hace más de tres décadas. Un repaso a su biografía nos la presenta como un personaje que bien podría habitar en un libro de aventuras o en alguno de esos libros de viaje de científicos exploradores. En todo caso, cuando uno la conoce en persona, luego de haberla leído en libros y en publicaciones en la red, descubre a una mujer espigada, amable, sonriente, con el rostro y los gestos de una niña inquieta y con la picardía de alguien que está pensando su próxima travesura: un proyecto, un taller, una conferencia, la reseña de un libro insospechado o un artículo que, seguramente, una vez publicado en su blog, va a causar revuelo en el ambiente. Ese afán crítico e inconformista, sumado a una sólida formación y a un saber enciclopédico, la ha posicionado como una voz de referencia en el mundo hispanohablante de la literatura infantil y juvenil, donde se la admira y se la estima por sus lúcidos aportes intelectuales y por su generosidad docente. Garabatos y ringorrangos tuvo el gusto de conversar con ella y de entrevistarla para los lectores de este blog. Aquí lo que nos dejó «espigar» en esta oportunidad.

Ana Garralón, en Río de Janeiro, pluma en mano.

Ana Garralón, en Río de Janeiro, pluma en mano.

G&R: A menudo, cuando se habla de Literatura Infantil, se cita la idea de María Teresa Andruetto sobre una literatura sin adjetivos. Según esta destacada escritora y ensayista, lo que importa es la literatura a secas, lo sustantivo de la literatura, y es completamente secundario el aspecto de la edad del destinatario. No obstante, el calificativo sigue haciendo su fuerza cuando nos detenemos a considerar ese espacio de la literatura destinado a los niños. Has dicho que no cualquier escritor, por más bueno que sea, logra escribir para niños. Y pienso que no cualquier libro tiene un carácter infantil o es accesible para los niños sin más. ¿Estás de acuerdo con que la Literatura Infantil, sea cual sea su calidad, tiene sus especificidades en relación con el destinatario? Si así fuera, ¿cuáles piensas que serían esas especificidades? ¿Completarías una lista de ocho de ellas?

Ana Garralón: Estoy completamente de acuerdo con las opiniones de María Teresa Andruetto. Creo que ella se refiere a reivindicar lo literario por encima de etiquetas. Pero no necesariamente la etiqueta de infantil, sino a esos adjetivos que decoran y sirven para clasificar la producción de libros para niños. Respecto a la edad del destinatario, no me parece en absoluto secundario, y creo que en la obra de Andruetto no lo es. Aunque un bello libro como Stefano puede ser leído por adultos -creo que ese es el sueño de muchos escritores de literatura infantil- basta una lectura comparativa con sus obras para adultos (publicadas en editoriales que no tienen el sello infantil) para detectar grandes diferencias de tono, tema, estructura y vocabulario. Y, desde luego, estas novelas suyas no soportarían la lectura en un lector de siete años por ejemplo. Si miramos con un poco de atención la historia de la literatura infantil vemos inmediatamente que valiosas obras para niños fueron contadas a niños, escritas para niños y publicadas por sus autores de forma diferenciada a sus obras para adultos. Podemos comprobarlo en autores como Peter Härtling, Lewis Carroll, Mark Twain, C.S. Lewis, R.L. Stevenson, Mirjam Pressler, Leo Lionni o, por citar el ámbito iberoamericano, Verónica Murguía, Francisco Hinojosa, Juan Villoro, Marcelo Birmajer y otros.

Sobre tu lista, ¡con lo que me encantan las listas!… pero no, sería como una receta. Creo que cada escritor ha ido indagando, a veces como ha podido, esta maravilla creativa que es pensar en los niños, buscar en la propia infancia, dejarse inspirar por ellos, ajustar el lenguaje de manera exacta. Rodari leía sus obras a cientos de niños diferentes para encontrar el tono justo; Leo Lionni improvisó en un tren con su nieto y así descubrió su talento; Roald Dahl contó durante muchos años cientos de historias inventadas a sus hijos antes de dormir: seguramente ese rodaje le sirvió cuando decidió sentarse a escribir para ellos. Sendak decía que siempre exploró su propia infancia, pero la de los temores y angustias, para crear algo nuevo. Tomi Ungerer decía algo así como «soy un cabrón y no puedo dejar esto de lado cuando escribo para niños«. Bueno, te he dado cinco.  Pero al igual que en la literatura, ¿cómo podríamos poner en la lista el talento?

"Historia portátil de la literatura infantil", Ana Garralón, Editorial Anaya, España, 2001. (A estar atentos, pues hay en preparación una nueva edición ampliada.)

«Historia portátil de la literatura infantil», Ana Garralón, Editorial Anaya, España, 2001. (A estar atentos, pues hay en preparación una nueva edición revisada y ampliada.)

G&R: Tu Historia portátil de la literatura infantil comienza subrayando, en lo que hace al origen de esta literatura, la importancia de la tradición popular oral. Pasa de los mitos a los relatos y subraya que los cuentos “incluían mensajes profundos sobre la vida y el comportamiento”, si bien eso no implicaba grandes lecciones morales, y sí, en todo caso, la nutrición recreativa de un imaginario popular. Otras historias, en cambio, subrayan el hecho clásico, grecorromano, de que unos textos ya existentes fueron adaptados para la formación de los más pequeños dentro de las clases dominantes (Seth Lerer, “La magia de los libros infantiles). En esta dirección, en los albores de la cultura, la literatura infantil se definiría por su función pedagógica, orientada a la preservación de la ideología hegemónica. Pareciera que el dilema entre pedagogía y recreación se inscribe en la historia de la LIJ (y en nuestros acercamientos a ella) con un sentido social muy marcado. ¿Piensas que ese dilema, docere – delectare, sigue vigente hoy en día? Si así fuera, ¿cuáles serían las formas, y el sentido, de la tensión entre formación y diversión para la LIJ actual?

Ana Garralón: La tensión entre pedagogía y fantasía se percibe desde el primer libro que se imprimió para niños. Justo en estos días estoy revisando mi libro para una nueva edición y me queda claro que la función educativa de los libros infantiles estuvo siempre presente, para alfabetizar en un tipo de sociedad y formar ciudadanos vinculados a una clase social y, por lo tanto, a una ideología y moral concretas. En la actualidad, con la gran libertad que existe de poder ir a una librería o una biblioteca y leer cualquiera de los maravillosos libros que se publican para niños, me parece que la muralla entre lo que se lee en la escuela y lo que se lee de manera autónoma es enorme. Los libros van a la escuela, de la mano de planes lectores, con actividades para el currículum escolar, con sus pirls y sus evaluaciones y su gran mensaje de que esa lectura es una tarea más. En este sentido, la tensión entre formación y diversión casi no existe: hay libros llenos de valores y con espíritu formativo que están en el circuito, digamos, no escolar, y libros divertidos que figuran en los planes de lectura. Me parece que en la actualidad, el mayor reto es el de la libertad de elección, el de independizar un poco los libros de literatura infantil de las lecturas escolares que buscan rendimientos de comprensión, velocidad, adquisición de vocabulario, cosas todas muy importantes pero que deberían estar incluidas en los libros de texto. Luego tendríamos los libros de lectura personal y un planteamiento escolar con otras herramientas para crear lectores.

G&R: Acuerdo en que la tensión entre formación y diversión se ha relajado: tanto en la biblioteca escolar como en los estantes de las librerías. Una mayor libertad parece estar ofreciéndose a niños y niñas a la hora de elegir lecturas en un lado y en otro. Pero no dejo de percibir que en la infancia, el niño que elige sus lecturas tiende a escoger libros que los adultos propenden a calificar como “lecturas chatarra”. En ese sentido, la separación entre “lecturas de librería” y “lecturas de escuela” parecería estar delimitando una suerte de bipolaridad en el ámbito de la edición de LIJ, con lo cual la independización de la literatura infantil respecto de la literatura escolar iría aparejada con la presencia de sagas, colecciones con personaje central, autores “de culto” y “best sellers” que circulan en librerías (y en algunas bibliotecas) pero no en la escuela. ¿Percibes ese fenómeno? Si lo percibes, ¿consideras que en lo que refiere a la consolidación de “caminos lectores” las llamadas “lecturas chatarras” ayudan a crear “lectores literarios” o, por el contrario, a la larga desestimulan el hábito de la lectura en la medida que acostumbran al lector a un tipo de lectura que no ofrece complejidad ni retos reflexivos?

Ana Garralón: Sobre la bipolaridad entre “lecturas de librería” y “lecturas de escuela”, lo que yo observo es que las lecturas de escuela mantienen un modesto formato de bolsillo, se ajustan temáticamente a todo lo que tenga que ver con el currículum y no innovan demasiado en temas y géneros. Lo que se encuentra en librerías es muchísimo más que sagas y best-sellers: hay una gran diversidad de formatos, ilustradores, ediciones comerciales, populares, clásicos, clásicos ilustrados, poesía, libros de tapa dura y tapa blanda, y no digamos los álbumes ilustrados. Así que me parece que la oferta de librería y bibliotecas es mucho más amplia que la escolar. Otra cosa es que los niños ejerzan su derecho a elegir, muchas veces amparados por el gusto y la recomendación de sus compañeros de aula (y, de manera indirecta, de modas propiciadas por la publicidad). La última parte de la pregunta tengo que confesar que me molesta. Hay un discurso de mediadores que dicen que es “malo” y “peligroso” darles “lecturas chatarra”, y a mí lo que me parece peligroso son esos mediadores que piensan (¡y dicen!) que un lector se hace solamente con buenas lecturas. Si te hago la lista de escritores que hablan de todas las lecturas chatarras que hicieron en su infancia, estaríamos un rato: desde Umberto Eco a Fernando Savater, todos se han formado con variedad de lecturas. Hay un blog que me encanta, Lo leemos así, de Ellen Duthie que ha ido leyendo a su hijo estupendos libros y compartiendo sus reacciones con nosotros. Una de sus entradas la dedica a reflexionar sobre una experiencia producida después leer una “lectura chatarra”, que no tiene desperdicio: Calidad variable: noches oscuras y tormentosas que aportan luz, pues reflexiona sobre cómo los niños van adquiriendo sus criterios comparando unos libros con otros.

Y, por último, además del texto de Aidan Chambers que Ellen cita (¿Qué hacemos con la basura?), el escritor Peter Dickinson, citado a su vez por Chambers, en un texto que siempre disfruto mucho (A Defence of Rubbish) lanza una buena flecha a favor de crecer como lectores con libros de todo tipo y calidad. La verdad, no quiero ni pensar lo que sería un niño educado únicamente con libros llenos de “complejidad y retos reflexivos”, como tú indicas. ¿Sería algo así como un niño que nunca comió chuches? ¿No te daría un poco de pena?

G&R: Sí, supongo que daría un poco de pena esa ausencia de chuches en la dieta del lector infantil, pero mi pregunta respondía a una discusión que, me temo, no termina de resolverse, al menos entre los mediadores. Lamento tu enojo, pero aprovecho tu respuesta para preguntarte dos cuestiones que van juntas. A menudo se dice que la crítica de LIJ no tendría razón de ser en la medida en que los lectores, los chicos, no leen esas críticas. Por otra parte, hay un discurso muy asentado que dice que las niñas y los niños son los mejores críticos: cuando algo no les gusta, no lo leen, y punto. Tú vienes haciendo un sostenido trabajo de crítica de LIJ desde hace años: ¿Cuál crees que es la mejor utilidad de ese trabajo? ¿Quiénes son los beneficiarios de ese trabajo? ¿Estás satisfecha con los resultados obtenidos?

Ana Garralón: Yo estoy muy contenta con este trabajo. Desde el año 1989, que comencé a hacerlo para la revista Educación y Biblioteca, hasta hoy me parece todavía que tiene valor. En mi caso me dirijo a mediadores: padres, bibliotecarios, libreros, docentes, y cualquier persona que tenga que elegir un libro para niños. Los niños no suelen comprar sus libros y la mediación de los adultos es, por lo general, obligatoria. Mi modesta labor, tal y como yo la veo, consiste en espigar y destacar, dentro de la enorme producción, libros ante los que vale la pena detenerse, marcarlos para que no se pierdan en el montón de novedades, escribirlo de manera atractiva. Por ejemplo, la revista Educación y Biblioteca llegaba a bibliotecas de comunidades pequeñísimas donde no había ni una sola librería. Siempre teníamos cartas agradeciéndonos el esfuerzo y me consta que muchos de los libros reseñados eran comprados para que los niños pudieran leerlos y disfrutarlos. Además, la tarea de crítica (siempre me parece muy seria esta palabra: me siento más reseñadora), también es muy interesante para editores, escritores e ilustradores: hay halagos, detalles no percibidos, críticas… también se apoya el trabajo de ellos. En fin, esto no quiere decir en el fondo nada. Es una orientación, una mirada para enriquecer. Y, por supuesto, a los niños les puede parecer horrible un libro que a nosotros nos encanta. Personalmente, como ya dije, me gustaría que hubiera más espacios donde la gente que trabaja con niños nos dijera qué ven ellos. Como primicia (aunque la página está todavía en construcción), estoy montando un curso online sobre cómo escribir una reseña, me gustaría compartir mi experiencia y ayudar a quienes están trabajando ya en la recomendación de libros para niños.

"Si ves un monte de espumas y otros poemas", antología de poesía para niños por Ana Garralón, Editorial Anaya, 2000.

«Si ves un monte de espumas y otros poemas», antología de poesía para niños por Ana Garralón, Editorial Anaya, 2000.

G&R: Eres autora de una bellísima antología de poesía infantil hispanoamericana, titulada “Si ves un monte de espumas y otros poemas”. ¿Cómo ves la actualidad de la poesía infantil en lengua castellana? ¿Consideras que se la publica de manera suficiente? ¿No crees que hay cierto conservadurismo en el tipo de poesía infantil que se publica actualmente en España, si la comparamos con algunas propuestas que han surgido en América Latina, con voces tan diferentes como las de Laura Devetach, en Argentina, o María José Ferrada, en Chile?

Ana Garralón: Gracias por el piropo, ¡esa antología me ha dado muchas alegrías! Y siempre agradezco a los editores que se toman el enorme trabajo de preparar una antología con la complicación por el tema de derechos que eso conlleva. Sobre tu pregunta, comparando la poesía de España con la de América Latina, te diré, como si fuera un partido, que un país contra 19 siempre está en desventaja. América Latina es casi un continente con muchas voces y lugares, y donde todavía está hoy muy presente el folclore y las tradiciones orales. Pensando un poco más en esto que dices del conservadurismo (y tienes razón) quisiera recordar que, en el siglo XIX ya había voces escribiendo para niños: Rafael Pombo (Colombia), Emilio Ballagas y el libertador (¡un político escribiendo para niños!) José Martí (Cuba), los microgramas de Jorge Carrera Andrade (Ecuador), Claudia Lars (El Salvador), Amado Nervo (México), Rubén Darío (Nicaragua), Gastón Figueira y Juana de Ibarbouru en tu país (Uruguay), entre muchos otros… poetas nacidos en el siglo XIX que iniciaron una tradición. En España hay que llegar al siglo XX y, con él, a los 40 años de asfixia y bloqueos creativos con la dictadura.

"Leer y saber. Los libros informativos para niños", de Ana Garralón. Edita Tarambana Libros, España, 2013.

«Leer y saber. Los libros informativos para niños», de Ana Garralón. Edita Tarambana Libros, España, 2013.

G&R: Hace años, cuando fui jurado en un concurso, tuve una discusión respecto de un libro de divulgación. El premio era de literatura infantil y, entonces, el libro en cuestión fue descartado del concurso porque se entendió que, al tratarse de un libro informativo, no era literatura. ¿Qué opinas de esto? ¿Cuál es la actualidad de los libros informativos en relación con la literatura infantil y juvenil?

Ana Garralón: Los libros informativos, muy ligados siempre al libro de texto, están, poco a poco, conquistando un nuevo lugar. Ahora que hay tantos ilustradores haciendo álbumes se encuentran muchos libros que están renovando el género con bellas propuestas. Pero sí, si en un concurso se dice que tiene que ser literario, es decir, ficcional, el libro informativo queda fuera, pues hay poco de invención en ellos. Otra cosa es que el libro informativo pueda dar eso que llaman placer de leer, que es algo que comparte con lo literario.

G&R: Para terminar, en el año que pasó estuviste de visita, por razones de trabajo, en Argentina, Brasil y México. En materia de LIJ, ¿qué fue lo que más te llamó la atención en esos países? O preguntado de otro modo: si tuvieras que contarles a los españoles algo de las cosas buenas que se están haciendo en esos países, ¿qué les contarías en primer lugar?

Ana Garralón: ¡También estuve en Colombia!… Llevo viajando a América Latina desde el año 1992 y me da mucha alegría ver el dinamismo y el empeño que hay en muchos países (diría todos pero algunos hace años que no los visito) por organizar proyectos en torno a la lectura y la infancia. Me conmueven historias de las Salas de Lectura en México, donde de manera voluntaria la gente organiza en su casa o donde puede una modesta biblioteca. El año pasado una mujer de Tijuana me contó que subía a un bus cada mañana para leerles a chicas que iban a trabajar a una maquila (fábrica). Me impresiona que este año el Foro de Resistencia (el cual conoces), de la Fundación Mempo Giardinelli, una actividad fuera del ámbito centralizado que es América Latina en general, vaya a cumplir 20 años de actividad ininterrumpida. O  que el gran proyecto que es Conversas ao Pé da Página convoque cada año a más de 1000 asistentes y reúna ponentes de la talla de Michéle Petit, Yolanda Reyes, o Aidan Chambers, por citar unos poquitos. Eventos, en muchos casos, levantados a pulso por personas comprometidas con su sociedad. Pero hay más, hay cosas pequeñas que me asombran, como el Picnic de palabras que surgió en Colombia y va ramificándose, donde unos entusiastas van con un cesto, un mantel y un montón de libros a parques a compartir libros. Creo que tengo el privilegio, por mis viajes y por hablar con tanta gente diversa, de conocer muchas cosas buenas y mi sueño sería que en alguna parte se iniciara un diálogo latinoamericano para mostrar todo ello, compartirlo y crear una red latinoamericana importante.

Y gracias por tu entrevista.

G&R: El agradecido soy yo. Ha sido un gustazo.

La Pilarín Bayés, el roscón de Reyes y la literatura infantil por fuera de los libros

Durante mi infancia me enseñaron que es de mala educación pronunciar el pronombre delante del nombre propio. Decir «el Juan» o «la María», sin más trámite, estaba mal. En el correr del año pasado, durante mis cursos de catalán, debí desaprender eso y aprender que el uso correcto de esta lengua exige poner el pronombre delante del nombre. Hay una excepción: cuando la persona nombrada tiene un reconocimiento público y es lejana de quien habla, el pronombre no es necesario. ¿Suena un poco elitista, verdad? No importa, porque hoy quiero hablarles de «la» Pilarín. Y no es que me sea cercana (al menos no en lo estrictamente personal y presencial). Es que es un personaje público sin par en el mundo de la ilustración de por aquí, y acaba de darme un gusto muy especial para mi paladar.

Pilar Bayés i de Luna, Pilarín. Ilustradora, dibujante y caricaturista catalana.

Pilar Bayés i de Luna, Pilarín. Ilustradora, dibujante y caricaturista catalana.

Pilar Bayés i de Luna firma sus trabajos con el nombre artístico de Pilarín. La conocí, primero, a través de algunos libros suyos, los que fui encontrando por aquí y por allá. Tiene una larga y amplia trayectoria de más de 50 años como ilustradora, lo que le ha dado un gran reconocimiento público y la ha dotado de una autoridad peculiar en el mundo de la ilustración infantil catalana. Su presencia en librerías, bibliotecas y galerías de arte o salones de exposición es destacada. Luego, como Pilarín es una vecina de Vic, me la he podido cruzar por la calle de esta pequeña ciudad en más de una ocasión: camina rápido, a paso firme, suele llevar sombreros (barrets) muy vistosos, que le cubren el plateado de sus cabellos, y portar un vestuario colorido, con lo cual se mezcla con distinción entre la gente del pueblo. Su imagen –de mujer moderna, apurada, veloz, graciosa: inconfundible para quienes la han visto alguna vez–, parece provenir de una de sus propias ilustraciones.

Ilustración de Pilarín sobre el tradicional Mercado Medieval de Vic.

Ilustración de Pilarín sobre el tradicional Mercado Medieval de Vic.

Soy de la idea de que los ilustradores, cuando dominan su arte e ilustran personajes con gracia y estilo muy personal, siempre se están autorretratando (en otra oportunidad me extenderé sobre esta tesis). Y sí, la Pilarín parece ser un retrato de los personajes de la Pilarín Bayés (o algo así). En todo caso, a la artista, al personaje, no le falta un toque de humor caricaturesco, muy a tono con esa gracia de cachetes colorados propia de los dibujos que hace.

La obra de Pilarín Bayés tiene un marcado carácter popular. No solo por sus publicaciones para la escuela (ha sido con frecuencia la encargada de poner imágenes a libros de lectura escolares), sino también como ilustradora de libros que cuentan o explican tradiciones y festividades populares catalanas o regionales (tiene incluso una Pequeña Historia Ilustrada de Catalunya). Eso, con el paso de los años, lo marcado de su estilo, y el toque exótico de su personaje bohemio, la ha convertido en una mujer muy «mediática» y de gran popularidad: la vi más de una vez en la televisión, ya como participante de programas de entretenimiento (como «El gran dictat«), ya como anunciante de una marca de aceites, por poner dos ejemplos.

Este año, alguien muy ocurrente, le encargó a la Pilarín Bayés la confección del embalaje de los roscones de Reyes de la cadena de panaderías de Vic (a las panaderías, aquí, se les dice «forn de pa», y hay una empresa que unifica a varias: PaVic S.A.). Para este emprendimiento ilustró una caja grande, donde se coloca el roscón expedido en las panaderías, que va acompañada de una corona de cartón y de una postal donde se explica en qué consiste la tradición festiva y culinaria del roscón.

La caja del Roscón de Reyes (Tortell de Reis) diseñada e ilustrada por la Pilarín.

La caja del Roscón de Reyes (Tortell de Reis) diseñada e ilustrada por la Pilarín.

El roscón de Reyes («tortell de Reis», en catalán) tiene una forma anillada, redonda, y se hace con una masa ligera de pan de leche, de gusto ligeramente dulce, que va rellena de mazapán. Lleva una cobertura acaramelada, adornada con frutas confitadas (naranja, cerezas, cáscara de sandía) y frutas secas (piñones y avellanas). Y la tradición indica que en su interior, en la masa, se esconderá una figurilla de un rey y un haba. Es un postre para el almuerzo del día de Reyes.

La corona de cartón, ilustrada por Pilarín, sobre el Roscón de Reyes. Al costado, la postal que acompañaba la caja.

La corona de cartón, ilustrada por Pilarín, sobre el Roscón de Reyes. Al costado, la postal que acompañaba la caja.

Cuando se reparten las porciones del roscón entre los comensales, a alguien le tocará la figurilla del Rey (y será celebrado) y a alguien le tocará el haba (y deberá pagar el roscón del año siguiente). Como se ve, se trata de una comida que, además de ser una delicia de la repostería, encierra una tradición y un juego azaroso.

La leyenda de los Reyes Magos de Oriente, más allá de la religión en que se inserta, es un relato que se ha secularizado y que la infancia celebra año a año con alegría e ilusión. A la celebración, obviamente, le corresponderán formas culturales propias de las distintas regiones. Rodear esa celebración, en un territorio determinado, con una ilustración típica de la literatura infantil del lugar, es todo un acierto. Y supongo que para una ilustradora tan fuertemente inserta en su ciudad, en su comarca y en las tradiciones locales, la realización de estas ilustraciones habrán representado una forma muy placentera de traspasar desde la fantasía del relato tradicional a la realidad de la fiesta y del ritual, y viceversa: un ir desde la fantasía y la ilusión festiva a la realidad de un relato que se materializa en el hogar y en la mesa. La literatura y la ilustración salen del libro y, en torno a la fiesta infantil por antonomasia, el Día de Reyes, se conjugan (se cuecen o se enroscan) en la comida celebrante. Intuyo que Pilarín Bayés disfrutó mucho de este trabajo, y que es eso lo que se nota al repasar en la caja y en la corona sus típicas ilustraciones corales, llenas de personajes que se entreveran sin perder identidad, plenas de humor y de celebración, adornando con mucho colorido la festividad del día.

Mi porción... y el haba.

Restos de mi porción… y el haba.

Como este año me tocó el haba en la porción, el año próximo tendré que pagar el roscón. Solo quisiera que su presentación, su embalaje, su factura y su degustación sean tan buenas como este año. Ya veremos, y ya saborearemos.