Debe de ser uno de los errores más extendidos en el ámbito de la literatura infantil y juvenil actual: considerar que el libro “El monstruo de colores”, de Anna Llenas, es un libro de emociones.

La portada de «El monstruo de colores», Anna Llenas, Editorial Flamboyant, España, 2012.
La confusión se ha extendido entre promotores de la literatura infantil, vendedores de libros, bibliotecarios, críticos, comentaristas. También entre maestras y maestros de escuela primaria y de educación preescolar. Y ha llegado a padres y madres que, cuando piden “libros de emociones”, están pensando en ese libro, o en otros muy similares a ese.
Esta confusión puntual está asociada a otras dos confusiones tanto o más extendidas:
- Pensar que los niños y los adultos leen igual, y que encuentran en los libros los mismos asuntos, los mismos contenidos, iguales continentes.
- Pensar que hay libros que contienen emociones y otros que no las contienen.
Veamos cómo funcionan estas dos confusiones para dar pie a la que nos ocupa: la de pensar que “El monstruo de colores” es un libro de emociones.
El libro de Anna Llenas narra una breve historia. En el inicio hay un monstruo que un buen día se levanta confundido y no sabe qué le sucede. El personaje del monstruo amanece pintado de muchos colores. El dibujo es sencillo y vistoso. Trazos gruesos y papel recortado dibujan un perfil estereotipado que, a la vez de monstruoso, resulta simpático y fácilmente recordable: los ojos grandes, las cejas gruesas, orejas y crestas, dos colmillos que sobresalen de la boca en un rictus perplejo, el cuerpo de dos piezas, cabeza y tronco apenas separados por la línea de la boca, manos y piernas infantiles. El monstruo, desde esa primera página, ya resulta muy atractivo para niños, pues siendo sumamente sencillo, resulta contundente en su expresividad. Y todo ello en una composición despejada y muy cercana al dibujo infantil.

El monstruo.
Inmediatamente, en la siguiente página, aparece el personaje de una niña, que vendría a ser una suerte de ama del monstruo. La niña adopta el rol adulto en la historia, también el rol del narrador, que se comunica en prácticamente todo el relato en segunda persona, imperativa, rogatoria, desiderativa, demandante: el dibujo de la niña con las manos en jarra sobre la cintura se presenta como otro estereotipo de la “niña-mujer-mandona”. Ella es quien hace que el monstruo se detenga a reflexionar sobre sí: sabemos que la autoridad a veces logra inducir a la autorreflexión.
De buena mañana, cuando el monstruo aún no acaba de despertar del todo, la niña le pregunta si ya se ha vuelto a confundir y a entreverar, y lo rezonga, diciéndole que “no aprenderá nunca”. El personaje de la niña, confeccionado con la misma técnica que la del monstruo (trazo grueso, papel recortado…) tiene también su proximidad con los niños (ocupa el rol de la ama-maestra-tradicional) y con la expresividad infantil (a partir de presupuesto de ese tipo de juego dramatúrgico que tanto entusiasma a pequeños: “¿Jugamos a que soy la maestra?”).

La niña.
Tras el rezongo inicial, la niña le dice al monstruo que su problema es que se le han mezclado las emociones, coge al monstruo de la mano (aquí ya ha dejado el rol adulto y se convierte en una niña juguetona y risueña) y le propone una solución al problema con el que él se despertó. La solución tiene algo que encanta a los niños y que responde a una de las mayores pasiones infantiles (y epistemológicas): el coleccionismo.
La niña ofrece al monstruo ocho frascos de vidrio donde ha de poner en orden las emociones.
Suponiendo que el niño pequeño no sabe muy bien qué es eso de las emociones, lo que se le ofrece aquí, como juego para resolver el problema del monstruo (que es también el nudo-problema de la historia), es asociar una serie de colores con estados emocionales de la vida cotidiana e ir poniéndolos ordenados en los frascos. Coger algo que en principio está desordenado, clasificarlo de acuerdo con alguna tipología, ordenarlo colocando cada pieza en un lugar seguro, formar un catálogo, proyectar un saber desde el pasado hacia el futuro, recuperar el desorden de lo involuntario, registrarlo y colocarlo en un orden de voluntad: he ahí el arte y la tradición del coleccionismo.
Dice Walter Benjamin en su libro de los pasajes:
Al coleccionar, lo decisivo es que el objeto sea liberado de todas sus funciones originales para entrar en la más íntima relación pensable con sus semejantes. Esta relación es diametralmente opuesta a la utilidad, y figura bajo la extraña categoría de la compleción. ¿Qué es esta ‘compleción’? Es el grandioso intento de superar la completa irracionalidad de su mera presencia integrándolo en un nuevo sistema histórico creado particularmente: la colección.
Y he aquí lo que fascina al niño: lograr esa completitud, la colección, dejando atrás el caos. Poco importa que el conjunto de los objetos coleccionables sea el de las emociones, el de los cromos de animales, el de los cochecitos en miniatura… Lo que seguramente fascina al niño al conocer esta historia es el anhelo secreto de liberar a los objetos de su utilidad y de su funcionalidad acotada e insertarlos en el orden de una proximidad a la mano.

La colección (un fragmento)
Poco importará al niño, a la hora de entrar en esta historia, para qué puede servir la alegría amarilla, la tristeza azul, la ira roja, la negritud del miedo, el verde de la calma, el rosa (¡ay, el rosa!)… Lo que seguramente motivará su atención será el juego de poner orden en el caos con que la vida nos asalta a diario a través de diferentes objetos, pasibles de ser adquiridos, congelados para conserva, encerrados en el círculo mágico de un frasco de vidrio. Y también, claro, las metamorfosis que provoca en el personaje del monstruo confundido el hecho de ejercitarse en algo tan apasionante como la confección de una colección.

La colección (otro fragmento)
Si lo pensamos un poco, nos daremos cuenta de que con las emociones, en la vida real, es difícil establecer cualquier colección: se trata de algo tan inestable, tan volátil, tan difícil de analizar, separar, objetualizar, fijar… Pero poco importa el asunto al niño, cuya fascinación, para el caso de esta historia, se entrega a otro juego mucho más atractivo: el de la colección en sí.
Quizás el detalle de que sean las emociones lo coleccionable le pueda resultar atractivo a un/a maestro/a que, en el apuro de cumplir con plazos pedagógicos, tenga que presentar ese tema en el orden de un currículum que de un tiempo a esta parte viene preocupándose en exceso por la educación emocional de los niños. Quizás, también, le puede resultar atractivo al editor que atiende ese potencial mercado, así como lo atienden también los vendedores de libros. Al niño, en cambio, ello no lo influirá mucho al momento de recepcionar la historia.
He ahí las distintas lecturas que hacen unos y otros.
El éxito comercial del libro, así lo pienso, nace de la conjunción de la necesidad lectora de los adultos, impuesta por el sistema educativo, acogida por el sistema de la industria del libro, y de la fascinación que el asunto del coleccionismo, puesto de manera simpática y estereotipada en el vínculo entre la niña y el monstruo de la historia, despierta en los pequeños. En ese vínculo confuso, esta historia hace basa, y redobla su éxito por la comprobación de que los niños disfrutan de la historia, y que la historia ocupa los primeros puestos de venta año tras año desde su primera edición en 2012.

Productos derivados: la otra colección
Nos queda, al final, el asunto de saber si las emociones pueden delimitar un subgénero literario, vale decir, si hay “libros de emociones” así como hay “libros de aventuras”, “libros de misterio”, “libros de poesía”…
Tiendo a razonar sobre el asunto por el método del absurdo. Propongo que un lector, cualquiera, me ofrezca como ejemplo una lectura literaria que no transmita ninguna emoción. Ninguna. Una lectura literaria que logre proponerse desde el vacío emocional más absoluto.
A mí me resulta difícil imaginar una historia que logre eso. Pero si fuera posible, si llegado el caso alguien me ofreciera esa lectura, la de una historia vacía de toda emoción, puedo imaginarme que esa historia, por sí y ante mí, ya estaría transmitiéndome una emoción.
Como el filósofo coleccionista de Benjamin, no me cierro a que en un futuro, puesto ante el caos emocional que transmite toda la buena literatura infantil y juvenil, me encuentre con un libro así. Y entonces, claro, mi memoria involuntaria se sacudirá ante la sorpresa, y abrirá camino a que mi memoria metódica y voluntaria incluya tal historia en el orden de la colección de mis mejores libros de literatura para niños y jóvenes.
Mientras tanto, dejo librados unos cuantos casilleros de esta colección para poner allí títulos que contengan buenas historias, y por ende, que me transmitan estados emocionales confusos y entreverados: esas historias que suelen ser las más inquietantes y disfrutables para mí.
Coincido y coincido y coincido. Y agrego: que no llegue nunca el triste día en que podamos poner nuestras emociones en frascos con tapa. Pobre monstruo, pobrecito. Y pobre niña maestra siruela. Y pobres pobres pobres maestros y padres que eligen una historia así para los niños y niñas. O también: aquel adulto que tenga todas sus emociones clasificadas en envases de vidrio, que arroje la primera piedra… y rompa los frascos. Gracias, Germán!
Iris
Totalmente de acuerdo
Hola Germán, a mi el libro no me gusta, escribí un post sobre ello y mucha gente se ofendió porque parece que se tratara de la «biblia» de las emociones para niños y desde luego el tema genera mucha polémica. Yo no soy escritora, sólo una mamá preocupada por la falta de imaginación en los cuentos infantiles, por el «todo vale» para vender, y por la cantidad de historias vacías sin imaginación que me encuentro (muy bien decoradas algunas por la ilustración, en el mejor de los casos). Creo igual que tú que ningún cuento está libre de emoción, y también creo que las emociones no se aprenden, se viven, en persona o leyendo historias sutiles, no historias de coleccionismo. Te dejo el enlace al post por si te apetece leerlo. Saludos! https://fincolorado.wordpress.com/2017/02/23/no-me-gusta-el-monstruo-de-colores/
Hola! Comparto totalmente lo que piensas. Hay un marketing alrededor de los cuentos infantiles increíbles, y eso está bien, pero muchas veces los padres comprar el libro que está de modo un poco por inercia y porque lo han visto anunciados en diferentes medios. Creo que la base de un buen cuento infantil tiene que ser la imaginación. Historias que te digan siempre algo más. Te dejo mi blog sobre cuentos infantiles, he leído el tuyo y me parece muy interesante! http://www.blogliteraturainfantil.com/
Un saludo!
Creo que ya seguía tu blog antes del comentario. Me parece muy interesante. Saludos!
Olá Germán.
Concordo plenamente contigo. Que bom ler este teu texto. Obrigada.
Cláudia
Hola! Como ya comento más arriba estoy totalmente de acuerdo contigo. ¿Acaso olvidados la función psicológica que ejercen los cuentos clásicos en los niños? Un libro en sí mismo ya tiene que llenarle de emociones, y además de desbordar en imaginación tiene que cumplir una función. No sé si subestimamos a los niños, pero creo que hay muy buenos libros que no tienen difusión alguna y otros en cambio están en la primera plana de todas las grandes librerías. Me ha gustado mucho descubrir tu blog. Me parece muy interesante. Te dejo mi blog personal en el que hablo sobre cuentos infantiles y demás cosas, por si le quieres echar un vistazo. https://blogliteraturainfantil.com/
Comparto. Añado con tu permiso: siento compasión por los docentes que compartiendo esta lectura, los peluches o la película Inside Out en sus aulas confían estar «enseñando la» y «acompañando en la» gestión de emociones. Al menos lo intentan, al menos ¿lo tienen en cuenta?… Vagos intentos de «cumplir» con la moda educacional mientras siguen castigando a «no entrar a clase hasta que se terminen la manzana entera». La era de la infoxicación y la falta de formación e información al mismo tiempo. Un saludo!
Fantástico! Justo ayer lo vi en la librería, iba a comprarlo, pero al abrirlo y ver las primeras páginas no me gustó lo de la niña mandona y lo de imponer un color a cada emoción, lo cerré y pensé que no era lo que quería para mi niña! Gracias!!
En serio?? Alguno de ustedes ha estado alguna vez en un aula de Infantil?? Independientemente de que el libro guste más o menos el abanico de posibilidades que abre para trabajar las emociones primarias, las que traemos innatas es increíble. Sólo hace falta un mínimo de creatividad para sacar un máximo partido a la historia. La niña mandona – amiga – cuidadora- narradora del monstruo de colores es simplemente un personaje secundario que da un total protagonismo al Monstruo. Acaso alguien puede estar triste, alegre, enfadado, con miedo y calmado a la vez?? Menudo caos tenemos en nuestra cabecita si nos sentimos así.
La historia separa estas emociones primarias para que el niño pueda aprender cómo se siente en cada momento. Claro está que quedándonos solo en la historia eso es imposible pero…, Y si separamos cada emoción para después abrir la tapa de cada una de ellas y poder vivenciarlas??
Y la calma. Ay bendita calma!! Cómo reguladora de todas ellas.
Los beneficios de la relajación, de aprender a respirar, del mindfulnnes, para regular el cómo nos sentimos es inseparable del aprendizaje o el conocimiento de nuestras emociones.
Yo también creo que para un niño es difícil concebir que la calma sea verde y » ligera como una hoja al viento» pero ,y si pueden vivenciarlo? Nos calmamos cuando comenzamos a respirar y que tal si esa calma sale de nuestro cuerpo de color verde?
No sé si comprendéis lo que quiero expresar pero pensad un poco por qué este libro forma parte de la mayoría de bibliotecas de aula en Educación Infantil. Sólo hace falta un poco de creatividad y eso a las «infantiles» nos sobra.
Hola, Antonia. Yo llegué hasta la universidad, así que sí, estuve en aulas de infantil. Luego, claro, he visitado varias y estoy en estrecho contacto con maestras de educación infantil. Pero me pregunto: ¿qué agrega o qué resta eso a mi comentario sobre el libro?
Y la verdad, no sé qué relación tiene todo lo que dices sobre la relajación y la educación emocional con el comentario del libro.
En fin, que no, no comprendo lo que quieres expresar, entre otras cosas, no lo comprendo porque si hay algo que hice para escribir mi comentario fue pensar, y no un poco, sino mucho, sobre por qué el libro está en la mayoría de las bibliotecas de aula de Educación Infantil. Y es a eso a lo que me refiero en la nota.
Gracias por pasar por el blog y por dejar tu comentario.
Saludos,
G.
Y entonces por qué crees que está y se trabaja??
Antonia, entiendo que cada maestro/a trabaja los contenidos de la manera que cree más oportuna y el material con el que se siente cómodo/a. Yo también soy maestra y me estoy formando para ser bibliotecaria, y te aseguro que este debate es muy presente en las formaciones. Personalmente, creo que el problema esta en que «El monstruo de los colores» no suscita interrogantes -una de las funciones principales de la LIJ- sino que da las respuestas que ni maestros ni alumnos tienen, es por eso que no es literatura, es un libro didáctico. No hay reflexión, sólo hay un post-comentario de las respuestas que ofrece la autora del libro… Te recomiendo, como alternativa el libro de Jutta Bauer titulado «La reina de los colores», o cualquier otro álbum («Salvaje» de E. Hughes, «Dónde viven los monstruos» de M. Sendak…), ya que en todos, los personajes sienten diversas emociones.
Muy buen post Germán, no conocía tu blog pero ahora ya te sigo!
Acuerdo totalmente con lo que expresás, Annargemi.
Me ha encantado encontrar este artículo. Me encanta pensar la literatura infantil más allá del armado pedagógico. Que está muy bien que los/as maestros/as incluyan el manejo de las emociones en sus aulas. Pero hay que pensar muy bien como se da. Gracias por pensarlo y escribirlo :)
Soy docente de 1er grado y trabajo una multiplicidad de libros de cuentos , todos aportan , todos ,el monstruo de colores a mis niños les fascina y les abre un sin fin de posibilidades de expresión ¡ lamentó que se descalifique un material tan rico y provechoso como lo es el monstruo de colores ¡ mi humilde opinión.
Gracias! Interesantísimo análisis de este libro. Lo compartí en la página del Instituto de Investigación y Formación en Juego y en un grupo de docentes de Nivel Inicial. Creo que es importante reflexionar siempre sobre las propuestas, el cómo lo utilizamos, etc. Saludos!
No habia caido en el punto que describes en tu articulo, pero lo comparto totalmente. En lo que si habia pensado es en lo siguiente: es un libro que ademas estereotipa los colores y por ende los diferentes tonos de piel. Por que la oscuridad, lo oscuro, lo negro siempre da miedo?? Les inculcamos esto a nuestros pequenos desde que nacen por activa y por pasiva. Vivo en EEUU desde hace 5 anyos y a pesar de todo lo que he aprendido aqui sobre el color, el otro dia se me ocurrio leer el libro con mis alumnos de 4 anyos. Tengo que decir que en mi clase tengo dos asistentes de maestra afro-colombianas, con un color de piel muy oscuro, y se me cayo la cara de verguenza segun iba leyendo el libro y llego a la parte del miedo, que obviamente se relaciona con la oscuridad. Por que todo lo oscuro da miedo? No, la piel oscura no da miedo, la oveja negra no da miedo, las tormentas no dan miedo a todo el mundo, el azul a mi no me pone triste y los dias grises y lluviosos me encantan. Pensemos un poco mas y aunque es muy dificil, porque nuestras mentes estan auto programadas desde que nacemos para seguir repitiendo los estereotipos, hagamos un esfuerzo.
De acuerdo
Yo no estoy de acuerdo. A mi nene de 4 años le encanto el cuento y me sirvio un monton para explicarle las distintas emociones que experimentamos como personas, ya habia tratado antes pero fue luego de este cuento que lo comprendio de verdad. Conoci el cuento gracias a su jardin y lo vi con mi nene por internet. Nos gusto tanto que pienso regalarle el libro y gracias a este conoci un mundo nuevo de cuentos infantiles con hermosas enseñanzas para nenes de preescolar. Esta fue mi experiencia, solo queria compartirlo.
Acuerdo, y sumo el descontento debido al «simbolismo» decretado para los colores. Que grado de expresividad pueden generar niños a la ora de utilizar libremente los colores para sus propias creaciones luego de tamaña función unívoca?
El año pasado encontré tu post y lo sumé a una consigna de escritura reflexiva en aulas de formación docente para la Educación de niños y niñas…Luego de leerte y de leer ( y mirar) el libro de Ana Llenas, las estudiantes debían escribir una respuesta a este post pero en sus cuadernos …todo esto a raíz de la demanda que tuvimos en las salas de «prácticas y residencias» de trabajar con «cuentos emocionales»…
Estamos en 2019 y la demanda se ha redoblado… Vaya desafío para lxs mediadorxs que no queremos dejar pasar posturas acríticas frente a lo que «baja» (de limbos curriculares)
GRACIAS, Germán, por este post y por tu escritura honda y disfrutable!
Respeto y no comparto su opinión.
En mi caso como maestra y madre ha puesto encima de la mesa la importancia de las emociones. Puede q no sea el libro perfecto, pero ha hecho cuestionar a los adultos la importancia de la emociones. Y la necesidad de conocerlas en uno mismo.
Yo lo trabajo con alumnado, familias y a nivel personal con mi hijo. Hago una lectura con ellos y me ayuda a cuestionar cómo ve la figura de la niña, las emociones, el encorsetado color de las mismas. A mí me ha servido para «tirar del hilo», es decir, para hablar de las emociones de pequeños y mayores.Obviamente, el libro no es la única herramienta. Para mí ha sido uno de los primeros apoyos. Mejorable, si.
me parece interesante tu punto de vista, jamás se me hubiera ocurrido que un niño sentiría solo atracción por coleccionar y no de trabajar como tal las emociones, a su vez creo que es como cada docente lo enfoque mas allá de la colección.
Creo que todos los cuentos nos brindan una emoción.