La clave de la filosofía es el preguntar. Preguntamos por distintos motivos, aunque, por regla, todo se subsume a una sola cuestión: preguntamos por el ser. Preguntamos qué es. Y al preguntar eso, preguntamos quiénes somos. A la vez, somos lo que preguntamos y lo que buscamos por respuesta.
Entonces, ¿qué somos cuando preguntamos por qué preguntamos? Somos una duplicación, somos un reflejo, somos una grieta que desdobla cualquier identidad. Somos los que nos ubicamos a ambos lados de la pregunta.

“Por qué nos preguntamos cosas”. Libro de poesía. Texto: Victoria Pérez Escrivá. Ilustraciones: Javier Zabala. Editorial Thule, España, Barcelona, 2013.
¿Puede el niño cargar con este mecanismo de reflejos?
El niño es dueño del preguntar permanente. El niño no cree que la curiosidad mate al gato. El niño pregunta y pregunta, porque nadie como él está preocupado por ser lo que es y lo que no es, por ser lo que puede y no puede ser, por ir y venir a través de los espejos. El niño hace la pregunta común y corriente, y también la pregunta insólita, y a menudo no diferencia la una de la otra.
En el juego de preguntar, que tan bien practican los niños, hay un punto en el que la filosofía se hace poesía. Sucede cuando la pregunta llega al límite de la significación y sabe que no hay una sola respuesta: porque no hay ni una o porque hay muchas posibles. Entonces la pregunta abre otras preguntas que abren otras preguntas. El niño sabe cómo es eso. Y si la poesía hilvana las preguntas, con o sin respuestas, cumple con su necesidad de ritmo: la voz poética avanza a golpes de preguntas y respuestas y preguntas y respuestas. Su ritmo no requiere medidas. Tampoco requiere que los sonidos rimen. Solo requiere que las respuestas sean tanto o más sorprendentes que las preguntas, para que, como con el mar que llega a la orilla y se retira, el movimiento no cese, incluso cuando una caracola que parece un sueño queda por un instante a la luz de la pregunta que va y que viene.
POR QUÉ LAS CARACOLAS SE PARECEN A LOS SUEÑOS
Las caracolas son unas mentirosas,
eso es una evidencia.
Caminas por la playa
y encuentras una caracola.
Te la pones en el oído. ¿Por qué?
Ni idea.
Escuchas el mar.
¡Oh, el mar aquí dentro!
Miras, hurgas, metes un palito
con el que casi te sacas un ojo.
¡Es maravilloso que en esta caracola quepa el mar!
Te la guardas en un bolsillo
y corres a enseñarla a tus amigos.
Pero la curiosidad te puede
y finalmente decides romperla,
porque ¿cómo es posible que el mar quepa allí dentro?
Ahora solo tienes una caracola
hecha añicos entre tus manos
y ni una gota de agua.
Los sueños son como una caracola:
susurran en nuestros oídos cosas increíbles.
Cuando se rompen ya no queda nada,
ni una gota de esperanza.
“Por qué nos preguntamos cosas” es un libro de poesía construido bajo esa premisa: hacer que la voz inquieta (e inquietante) que pregunta y responde y pregunta y responde vaya pasando de lo insólito a lo común, de lo reflejado a la reflexión, del ser con los pies en la tierra al ser con los pies en el cielo, de lo sabido a lo que no se sabe, del misterio a la claridad más misteriosa, de la nada al todo, de la poesía a la filosofía, de la ida a la vuelta, sin cesar.
El primer poema que abre el libro escrito por Victoria Pérez Escrivá es categórico:
POR QUÉ NOS PREGUNTAMOS COSAS
Las preguntas nos recuerdan
que no lo sabemos todo,
que una parte de nosotros
siempre será un misterio.
Sin las preguntas
no sabríamos esto
y seríamos idiotas.
Porque un idiota
no es el que no sabe nada
sino el que se cree que lo sabe todo.
El libro se compone de 34 poemas, cada uno inicia con una pregunta. Las preguntas pueden ir desde un “¿Por qué los elefantes no llevan reloj?” hasta un “¿Por qué nos morimos?”. O desde un “¿Por qué las hormigas negras son negras?” hasta un “¿Por qué el horizonte está siempre tan lejos?” Las respuestas, en todo caso, juegan con la sencillez del pensamiento espontáneo, con la ternura de lo que sorprende a la imaginación, con el humor de lo que, a la vez de ponernos sobre la tierra, nos descoloca de todo terreno de razón o sinrazón.
Da gusto encontrar en la poesía destinada a los niños una voz poética que avanza a lo largo de un libro en base al ritmo dado por las preguntas y las respuestas que vienen y van. Preguntas y respuestas que aparentemente se acoplan sin ton ni son aunque están muy bien meditadas y articuladas, plenas de una imaginación desbordante. Preguntas y respuestas que, en su superficialidad juguetona, ahondan en el sonido del ingenio y en el tono de los sentidos propios de una infancia cuya curiosidad insaciable rompe el velo de lo ingenuo y enseña la genialidad de aquello por lo que siempre deberíamos velar: el misterioso ser del que pregunta por lo que es incluso cuando no sabe si habrá alguna respuesta que no sea otra pregunta, y otra, y otra.
Los poemas, uno por uno, se acompañan de unas ilustraciones de Javier Zabala que resultan tanto o más juguetonas que los textos. Ilustraciones sencillas, de trazos gruesos, colores apagados, texturas simples, sin profundidad de perspectiva, que apenas se entremezclan con el juego de las preguntas y respuestas hechas en el texto, y que parecen querer reafirmar ese afán de superficie especular con el que juega todo el libro, sin mayores pretensiones que abrir mundo, tal como hace una pregunta, o un buen poema.
Muy recomendable, claro.
“Por qué nos preguntamos cosas”
Texto: Victoria Pérez Escrivá
Ilustraciones: Javier Zabala
Editorial Thule, España, Barcelona, 2013.