Severo en reversa: “Versos del revés”, de Enrique Cordero Seva

Dentro de lo que se hace hoy día en materia de poesía para niños hay una línea que siempre me pone a la defensiva: es esa línea de poesía tradicional, popular, más atenta a las formas que a los contenidos, donde la rima parece tan obligatoria como el verso de arte menor. Cuando me encuentro a primera vista con libros de poemas para niños que se apuntan en esa línea, en mi interior se encienden alarmas. Comienzo a leer esperando aburrirme al tercer o cuarto poema del libro. Sigo leyendo esperando llegar a ese límite en que la ñoñería o un exceso de vocación moralista y didáctico me cierra el paso, me deja afuera del poemario, me expulsa. Y es que a menudo, por detrás de esas formas, aparecen temáticas que resultan “infantilizadas” por fuerza de visiones distorsionadas y adultocéntricas más que por una clara atención a la realidad de la infancia a la que se enderezan los poemas. Ante esos libros, mi lectura siempre comienza en el prejuicio. Y el prejuicio es como un erizamiento previo al rechazo.

Sé que son prejuicios, porque a decir verdad, escritos en esa línea de poesía para niños, he tenido la suerte de encontrar grandes libros, creados por versificadores que hacen de cada sonido, cada sílaba, cada palabra, cada verso, cada estrofa y cada poema un despliegue majestuoso de esa creatividad literaria y poética que eleva al lenguaje a niveles superiores de imaginación y sensibilidad. Versificadores de una destreza y de una calidad encomiable y envidiable. Pienso en poetas como María Elena Walsh, Cristina Ramos, Mercedes Calvo, Eugenio Montejo (Eduardo Polo), Cecilia Pisos, María García Esperón, Beatriz Osés, Pedro Mañas… por nombrar algunos de los que me vienen de primera a la cabeza.

Ahora bien, también me sucede a menudo que mi prejuicio se confirma, y al tercer o cuarto poema del libro, abandono la lectura. No crean que me regocijo en eso: en confirmar prejuicios. Por el contrario, me regocijo cada vez que, al encontrar un libro de poesía escrito en esa línea, aparentemente tradicional y formalista, mi prejuicio queda desmentido. Y eso es exactamente lo que me sucedió ayer al encontrarme, de manera inesperada, con el libro “Versos del revés”, de Enrique Cordero Seva, publicado por Inventa Editores (octubre de 2016, en España).

Sabía que este escritor había publicado otros libros de poesía, pero por a o por b, nunca había llegado a ellos. Cuando comencé a ojear los poemas de este libro, se encendieron las alarmas del prejuicio, pero al segundo poema que leí ya se habían apagado, y al cuarto poema leído no dejaba de maravillarme por lo que estaba encontrando. Al cerrar el libro, luego de un par de lecturas, estaba convencido de que ya podía ir agregando el nombre de Enrique Cordero Seva en esa lista de versificadores encomiables y envidiables, de la que hablo un párrafo más arriba.

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«Versos del revés», de Enrique Cordero Seva. Ilustraciones de Malagón. Inventa Editores, Guadalajara, España, 2016.

Enrique Cordero hace aquí un trabajo con el lenguaje que es, en su elevada apuesta por el juego lingüístico, una delicia. Cada poema nos regala un cuidado ejercicio de versificación. En el libro, que contiene veinticuatro poemas, los hay de arte menor y de arte mayor. Hay sonetos. Hay coplas. Hay una galería de formas estróficas que recogen lo mejor de la tradición poética hispánica, pero en cada caso se nota la tensión de esa forma tradicional contrapuesta a una modernidad centrada en la potencial recepción lúdica de la infancia actual. Cada uno de esos poemas está abierto a la lectura por un título escrito en clave de palíndromo: títulos que se leen exactamente igual de adelante para atrás que de atrás para adelante, del derecho y del revés, por la cola o por la cabeza.

“Anula la mamá la luna”, “Ana, lleva avellana”, “Sopas no como con sapos”, “A Lolo dale helado, Lola”, “A jugar, aguja”, “Se van sus naves”: son algunos de los títulos. Y cada título, buscado en su estricta regla palindrómica, funge como una ganzúa para abrir un poema que es un despliegue del juego encerrado en ese encabezamiento.

El poema con que se abre el libro es, además de una invitación explícita a la lectura de lo que vendrá, toda una declaración poética sobre lo ofrecido en el poemario: dar vuelta al mundo para encontrar allí, en el envés, lo otro de la regla; romper con las rutinas y con lo rutinario para dar espacio al juego y a la anormalidad festiva de lo sorprendente y de lo excepcional; movimiento, mucho movimiento; trabajo y esfuerzo de creación poética, muchísimo trabajo; la vida y la poesía puesta en tensión de verticalidad, siempre a punto de mostrar la verdad y la mentira de lo cierto y de lo incierto, de lo que sube y lo que baja, de lo que va y viene, del trabajo y del juego, de lo fantástico y de lo real, del poema y del antipoema. Dice:

Sé verlas al revés

Hay que ver, hay que ver,
yo sé verlas al revés,
eso es,
con zapatos en las manos
y un sombrero entre los pies,
así es,
desmontando la rutina
desde la óptica invertida,
qué movida,
qué trabajo
da observar día tras día
el mundo cabeza abajo…

Alocada cada cola,
dice adiós y hola un ciempiés,
desde una punta y la otra
de un extraordinario tren.

Ven a ver, ven a ver
de la vida y la poesía
el reverso y el envés.

El libro gana mucho con las ilustraciones del humorista gráfico Malagón, quien parece muy atento a seguirle el juego al poeta, y a cada uno de los poemas del libro, con un tipo de ilustración que apuesta al humor surrealista de la imagen sin pisarse nunca con el texto del poema, sino creando por su cuenta, como en el envés de la letra, una imagen gráfica de por sí poética, compuesta por montajes que, de algún modo, pueden ser vistos también como pequeños palíndromos visuales. Para muestra: unos granos de sal.

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«Sed de sal», un poema y su ilustración.

Lo dicho: suelo acercarme a esta línea de poesía con las alarmas encendidas, pero cuando las alarmas se apagan, qué disfrute. Y ahora, claro, ya me voy a buscar ese otro libro de poesía de Enrique Cordero Seva, el anterior que publicó, y que lleva por título “La mar chalada”, que no sé cómo se me pasó de leer, porque lo que encontré en la web promete más disfrute.