Cada vez creo más en que un libro culmina recién cuando lo lee un lector. Las lecturas son múltiples y entonces los libros tienen distintos fines, múltiples destinos. Cada lector hace su lectura, y la hace desde su propia experiencia. Y sin embargo, a veces, muy de vez en cuando, me sucede que cuando termino de leer un libro siento que no lo puedo completar, que no lo puedo cerrar, que no lo culmino si no hablo de él con alguien; si no intercambio pareceres, si no lo discuto, si no comparto la lectura. Me sucede eso con aquellos libros que me impactan de manera tal que no puedo terminar de procesarlos en solitario.
Eso fue lo que me sucedió con la novela «Nada«, de Janne Teller. Terminé de leerla y sentí que no podía quedarme solo con mi lectura.

«Nada» (título original en danés: «Intet»), de Janne Teller, Editorial Seix Barral.
Entonces le escribí a algunos amigos y amigas, y los incité a que la leyeran. Los intimidé, casi. Les preguntaba si pensaban que era una buena novela para jóvenes (en algunos lugares fue censurada); les preguntaba si acaso a ellos los entusiasmaría tanto como a mí. Por suerte todavía me quedan amigos y amigas que me dan bola con estas cosas, que me siguen en mis entusiasmos y dilemas de lector, que me acompañan. Uno de esos amigos es Marcos Taracido, con quien hablamos por ahí de la novela. Otra de esas amigas es Paula Bombara. Y he aquí lo que ella me escribe a propósito de su lectura de «Nada«. No agrego nada más a sus palabras. Lean su carta. Después lean la novela. Y después la seguimos.
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Querido amigo,
Sé que esto irá a tu blog y será leído por gente que no me conoce pero elijo este formato de carta porque, luego de cavilar varios días sobre el modo de abordar un comentario a esta novela, finalmente creo haberlo encontrado.
Como habrás adivinado, terminé de leer «Nada«, de Janne Teller y a la pregunta de rigor debo contestar que sí, que creo que los jóvenes deben leerla.
Por otro lado, a la otra pregunta de rigor, no sé si el verbo «gustar» se ajusta a lo que sentí. No sé si me gustó la historia en sí misma pero me hizo pensar en tantas cosas que te agradezco el haberme dicho tan enfáticamente que tenía que leerla.
Ya en tu diálogo con Marcos Taracido dicen mucho sobre el nihilismo y la progresión dramática del texto. (¡Aprendí con ustedes ahí!) Yo fui por otro camino y antes que nada pensé en por qué a vos te resonó el clima de mi «Solo tres segundos» en esta novela. Me parece que el punto de aproximación es por oposición: ¿dónde está la amistad como significado de la vida en «Nada«? Hay amigos entrañables en esta novela, hay amistad, pero no se cuestionan encarar a Pierre por ese lado. Es el quehacer productivo de la vida lo que no importa para Pierre. Pero a mí se me hace evidente que él quiere llamar la atención y generar una reacción porque hay algo que está gritando desde su árbol y es que está solo. La amistad importa. Importa tanto cuando se tiene y se pierde, como cuando se tiene y se la cuida, como cuando no se tienen amigos y se detesta al mundo por eso.
Nadie se acerca a Pierre salvo para decirle que baje del árbol al que se trepó. Nadie se sube a ver el mundo desde ese ciruelo y ya. ¿Por qué Janne Teller, cuando oyó la voz de Pierre en su interior reclamando que nada importa, eligió irse hacia la nada productiva en lugar de hacia la nada emocional? ¿Será que sí pensó en eso, pero luego los personajes la llevaron por otro rumbo? ¿Cómo piensan, viven, sienten, los jóvenes en Dinamarca? ¿Cómo los afecta el sol, el frío, la noche? ¿Se abrazan, se besan, se tocan? Yo sé apenas algo de los jóvenes de Argentina, donde, la amistad, la calidez y la proximidad corporal con que se tratan chicos y chicas está lejos de ser «nada».
Al comenzar a leer esas frases desesperantes del comienzo («Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo«) que dice Pierre, se me planteó el abismo de lidiar con un personaje que, confieso, me resultó irresistible. ¿Cómo es que ninguna chica está enamorada de él al punto de subirse a una rama? ¿Cómo es que no se suben todos al árbol y desesperan desde ahí al mundo de los adultos? Con el correr de la novela comencé a creer que, en realidad, Pierre no existe. Pierre es la voz colectiva de un grupo desencantado de la vida. Pierre les muestra un camino de rebelión posible que todos intentan ignorar pero no pueden.
Pero no es Pierre el personaje que me fascinó en esta novela sino Sofie. Ella es quien aporta el escenario y la idea primaria de lo que harán: juntar objetos que signifiquen. Y ante la cuestión sobre cuáles son las cosas que sí importan dice «Finjamos, sólo«. Yo aquí creo, querido Germán, que ese «finjamos» tiene mucho de lo no-dicho. Y en «Nada» creo que lo que más significado tiene es lo que no se dice. ¿Cuántas veces «fingimos», jóvenes y adultos, que lo que sucede en nuestra vida social/personal/profesional no nos importa y luego nos descargamos la angustia en la ducha por lo que otros verían como una nimiedad, un «no fue nada»? La escalada dramática comienza con ese «Finjamos, sólo«.
Deteniéndome en eso que los jóvenes construyeron, “el montón de significado”, para demostrar a Pierre que hay “cosas” que sí valen la pena, hice una secuencia que quizás traiciona el misterio a aquellos que no leyeron la novela pero que se me hace necesaria a partir de este punto. Si no te parece, quitala sin pruritos, confío en tu criterio:
-los libros de Dungeons Dragon de Dennis
-la caña de pescar de Sebastián
-el balón negro de fútbol de Richard
-los pendientes de cacatúa africanas de Laura
-las sandalias verdes de plataforma de Agnes
-el hámster de Gerda
-el telescopio de Maiken
-la bandera -Dannebrog- de Frederik
-el diario de lady Guillermo
-el certificado de adopción de Anna-Li
-las muletas nuevas de Ingrid
-la serpiente en formol de Henrik
-los guantes de boxeo de Ole
-los restos del hermanito muerto de Elise
-el pelo de Rikke-Ursula
-la alfombra de rezos de Hussain (y la paliza que le da su padre por perderla)
-la bicicleta amarilla del gran Hans
-la «inocencia» de Sofie
-el Jesús en la cruz -que tiene que robar de la iglesia- el piadoso Kai
-la cabeza de la perra Cenicienta decapitada por la guapa Rosa
-el dedo índice de Jan-Johan
Y fijate que es Sofie la única que pierde algo intangible y que recibe dentro de sí la violencia de todos (la del gran Hans al ser penetrada, pero la de los demás en la voz de una de sus amigas cuando dice «Seguro que quiere hacerlo otra vez«). La misma Sofie que provee el lugar secreto de las reuniones, la que más insiste en que el montón de objetos significa, la que no soporta ver lo logrado transformado en mercancía, la que enloquece. Este personaje es el corazón de mi visión de esta novela, es potente en su entrega, en su pérdida, en su violencia, en su locura. Sofie es, para mí, la contracara de Pierre. Ese torrente que encarna Sofie es la vida y desde este punto de vista, el final de la novela se hizo previsible para mí. Me encanta imaginar que Sofie está secretamente enamorada de Pierre y de ahí el ímpetu en intentar demostrarle que sí hay algo que tiene sentido. Algo intangible que podemos poseer aunque nuestras pertenencias sean un gran cero repleto de deseos o nuestro futuro sea de una incertidumbre oscura.

Tapa original de la novela editada en Dinamarca
Si la voz de Pierre hubiera sonado dentro de mí, yo jamás podría haber escrito la novela «Nada«. No se me hubiera ocurrido ir por la vía de lo material. No podría haber dejado solo a Pierre gritando desde su ciruelo. Por suerte Janne Teller sí pudo. Gracias a ella lo no-dicho viene encontrando canales para expresarse. Para mí eso es lo sustancial en este texto: lo que no está allí y por eso mismo nos genera angustia y vacío interior.
Querido Germán, esto no es más que un montón de palabras alrededor de otro montón de palabras. Sin embargo, el que te hayas tomado el tiempo para decirme una, dos, tres veces que leyera esta novela, el tiempo que yo dediqué a leerla y a pensar en ella, el breve intercambio donde me pediste que escribiera lo que pensaba y esto mismo que acabo de escribir para vos y para tu blog, son los actos que le dan un significado especial a esta lectura. Sin embargo, si me agradecieras por lo hecho, te respondería, «de nada» (y, volviendo a Teller, al responderte de ese modo, estaría “fingiendo, sólo”, para minimizar lo emocional que ambos hemos puesto en juego en este intercambio, para que eso se convierta en materia intangible de la que no se habla, ¿no crees?).
Abrazo y gracias a vos por acercarme a esta novela. Ya sé, también dirás «de nada».
Pau
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