Perroflautas

De las movilizaciones de hoy en España, me quedo con una foto que subió a la red, a través de su twitter, @alvarotrincado (a quien no conozco) :

Las auténticas perroflautas en Madrid

Las auténticas perroflautas en Madrid

Hace un tiempo tuve que indagar por el significado de este novedoso vocablo: «perroflauta». En nuestro país no se lo utiliza. Hasta donde pude saber el término «perroflauta» designa de manera despectiva a las y los jóvenes que hacen música callejera en España. Por extensión, se arrojó ese término como modo de estigmatizar a la juventud que se viene movilizando en el M15M demandando una Democracia Real Ya para su sociedad (y las nuestras, las de todos).

Esta foto, así lo pensaba hoy, responde a una táctica de combate simbólico. Las jóvenes que desfilan disfrazadas de perro y tocando la flauta, a su modo están diciéndole al que las designa con ese vocablo despectivo algo como esto:

Nos ponemos el disfraz de perroflautas que ustedes nos dieron para que sepan bien que debajo de este disfraz, de verdad, hay otra cosa.

La táctica del disfraz como parte de la estrategia de la ironía y el humor: estrategia de inversión y desgaste del poder de estigmatización simbólica. A veces, a la larga, funciona.

Desolvidar a Piccatto

«…para las jóvenes generaciones (y acaso para muchos más) el nombre de Pedro Piccatto poco dice«, escribe el poeta Washington Benavides en una nota que aparece en un blog que homenajea al poeta uruguayo Pedro Picatto (1908-1944).

Poeta fugaz, Picatto, solo publicó un libro en vida. Fue en 1937, y se titulaba «Poemas del ángel amargo«. Luego de su muerte, otros poetas amigos intentaron mantener viva su obra, en principio, publicándola: «Las Anticipaciones» es una antología de los poemas inéditos de Piccatto, preparada y llevada a la imprenta por un grupo de escritores, entre los cuales figuraba Líber Falco. Más tarde, algunos de sus poemas aparecieron en antologías de la poesía uruguaya.

Así y todo, la sentencia de Benavides parece inamovible: el nombre de Piccatto poco dice a las nuevas generaciones. Pedro Picatto, puede decirse, es un poeta olvidado.

Claro que dicha sentencia no tiene por qué ser irreversible. Basta que las nuevas generaciones vuelvan a poner en circulación la poesía de un autor para que esta reviva, salte de los anaqueles mohosos y oscuros de las bibliotecas y llegue a las manos de lectores que, sin importar la insignificancia que el nombre del poeta pueda tener en el presente, encuentren en su poesía la emoción que perdura más allá de los nombres y los tiempos.

En esa dirección, Pedro Picatto ha tenido una doble suerte en los últimos dos años.

Primero, su obra poética fue editada, completa, por la Editorial Yaugurú, en la Colección Rescate, a finales del año 2008. En un volumen muy cuidado, bajo el título de «Las anticipaciones del ángel amargo«, podemos encontrar ordenada en ocho secciones (u ocho títulos) lo que sería la obra completa de Piccatto, donde se compendian los siete poemas de «Las anticipaciones» (Sangral; Malva; Evidencias; Jardín y mar; Azul en sombra; Siete poemas; Miel estéril) y «El ángel amargo» (título que en vida publicara el autor). De algún modo, este libro podría figurar como el ofrecimiento de un cielo nuevo para que remonte vuelo la poesía olvidada de Piccatto.

Muerta
………… la mariposa.
………… Crucificada
………………………… sobre la cruz de un vuelo.

Ahora tiene su cielo entre las hojas de un libro.

De un libro
que no habla de mariposas
ni de muertes.

(Pedro Piccatto, del libro «Azul en sombra«)

Esa edición podría haber sido suficiente para lograr que el nombre de Piccatto comenzara a decir algo, al menos, a los lectores de poesía que solemos acercarnos a propuestas editoriales como la de Yaugurú.

El Piccatto de Yaugurú

"Las anticipaciones del ángel amargo. Obra completa", de Pedro Piccatto, en la Colección Rescate de la Editorial Yaugurú

Pero revertir la situación de olvido de un poeta fugaz y lejano quizás requiera de algún esfuerzo más. Algún esfuerzo que dé cuenta de los potenciales destinatarios de su poesía en el presente. Un esfuerzo que sea algo así como un baipás para las verdades de su arte poética.

Y para quién
el despertar en flor de mi canción?
Para quién su infinito despertar?

Soledad sin ajar,
su fruto pleno,
su irreal entrevero
………………………….. para quién?

Y para quién
su musical arteria de verdades?
Para quién su alameda de luceros?

Azucena en temor,
su ala de sangre
su ventana de hierba
……………………………… para quién?

(Pedro Piccatto, del libro «Sangral«)

En un aporte a esa operación de «rescate», pongamos por caso que su poesía fuera editada en un libro-álbum ilustrado con una belleza inusitada en nuestro medio. Supongamos, además, que ese libro-álbum esté dispuesto en una colección que apunta a un público infantil, pero sin excluir por ello a lectores de otras edades. Pongamos por caso, también, que ese libro-álbum sea leído en voz alta por un adulto acompañado de un niño que observa al detalle las ilustraciones, o al revés: que la lectura corra por cuenta del niño y la mirada atenta sea la del adulto, que se deja pasear por un mundo onírico ilustrado alrededor de la poesía de Piccatto. Supongamos que el lector, niño o adolescente o adulto, quiera leer más poesía de este poeta-ángel-amargo que, por don de su arte poética, se anticipó en demasía a los tiempos de su tiempo, fue más allá de lo que podía tolerar el canon de su época, escribió su poesía, o vivió de su poesía, solo para que, como esos príncipes convertidos en sapos en los cuentos de hadas, fuera olvidado durante muchos años y despertado luego, ya no por el beso de un princesa, sino por la voz dulce y entrecortada de un lector capaz de convertir aquellas amarguras en sueños y vuelos. Pongamos por caso, al final, que todo esto efectivamente sucede: entonces, la poesía de Piccatto habrá sido «desolvidada».

Justamente, la segunda suerte de Pedro Piccatto es que en la Colección Desolvidados, bajo el título «Casi pájaro«, la novel Editorial Más Pimienta revive su poesía y la redimensiona con una propuesta editorial muy bien lograda en la dirección de colocarla al alcance de las nuevas generaciones.

"Casi pájaro", poema de Pedro Piccatto e ilustraciones de Alejo Schettini

A veces, algunas historias tristes —tan tristes como la caída en el olvido de un ángel amargo—, pueden tener un final feliz. ¿O será que esto no es un final sino un nuevo principio, un nuevo vuelo?

Mira hacia arriba el hombre cuando sueña
y cuando sueña,
vuela.

El hombre es casi pájaro.
Diríamos mejor:
¡se siente pájaro!

Y múltiple de alas y de sueños,
sube…
¡gigante dulce!

El pájaro también
si vuela
es porque sueña.

…Y la pasión del pájaro y del hombre
es soñar…
es volar!

El pájaro y el hombre
son la pasión
en ascensión.

(Pedro Piccatto, del libro «Ángel amargo«, ahora editado en el libro-álbum «Casi pájaro«, ilustrado por Alejo Schettini)

Presentación de Dino Ache en la Biblioteca de Valencia

En febrero de 2010, Fernando de la Iglesia colgó en su blog un breve cuento ilustrado que llevaba por título Hombre Noche y Día que me pareció muy bueno. Le ofrecí «meter mano» en el texto, pues me gustaba para re-escribirlo. Fernando me comentó que ese cuento tenía por lo menos cuatro años, que él lo había rescatado del cajón del olvido. Me contó que las ilustraciones las tenía en baja resolución, pero que si me apetecía hacerle otro texto, él volvía a ilustrarlo. Al poco tiempo le estaba mandando un texto alternativo, cuyo título era El señor Dino Ache y el canario dorado, que a él le gustó: el título y el relato. Y puso manos a la obra.
Pasaron unos días y Fernando me mandó la primera maqueta del libro: la idea ya estaba. Con mucho entusiasmo, a fines de ese mes, le ponía en un correo que el libro que habíamos hecho seguro que saldría publicado en algún lado: se lo prometía.
Con el tiempo, el libro fue y vino, y fuimos corrigiéndolo: tanto en el texto como en la parte de diseño e ilustraciones. Hasta que estuvo pronto y a la espera.

El señor Dino Ache y canario dorado

El 17 de marzo de este año recibí un correo de la poeta española Mar Benegas, quien me contaba de un proyecto que estaba promoviendo: formar una colección de LIJ en el marco de la Edtorial Amargord. Me preguntaba si tenía algún material para mandarle. Le respondí que sí, y le envié al señor Dino Ache. No demoró Mar Benegas en responderme que el libro le había gustado y que lo quería para su proyecto. Y no demoró Fernando en poner manos a la obra para adaptarlo a los requerimientos editoriales de la nueva colección.
El resto de la historia es conocida: el sello República Kukudrulu lanzó este mes su nueva colección y al señor Dino Ache le toco abrir el camino. Hace una semana salió de la imprenta y el próximo martes 21 de junio será presentado en la Biblioteca Pública de Valencia. Ya veremos como le va en su recorrida con niños y niñas.

El señor Dino Ache en la Biblioteca Pública de Valencia, España

Messi por Kohan, y viceversa

Siento gran admiración por la literatura que viene haciendo el argentino Martín Kohan. Podría recomendar, con absoluta seguridad, cualquiera de las novelas de él, las que leí con pasión y embeleso: Dos veces junio (2002), Museo de la revolución (2006), Ciencias morales (2007) o, la última, Cuentas pendientes (2010).

Dos veces junio, una gambeta de Kohan

En cuanto a lo que sucede en el fútbol actual, deporte del que me he ido apartando por razones extra-deportivas, pero al cual regreso cada tanto como mero espectador, considero que con Lionel Messi ha vuelto a aparecer en las canchas un jugador de esos que siempre me fascinaron: por su capacidad de gambetear y por el modo en que lo hace.

Bien, la cuestión es que en el artículo «Lo que Messi improvisa» leo la interpretación que hace Kohan sobre el modo de jugar del volante argentino y me quedo pensando: ¿será que Kohan es a la literatura argentina contemporánea lo que Messi es al fútbol argentino actual? O mejor dicho: ¿será que Kohan se ve a sí mismo intentando una literatura que puede asemejarse, en su modo de hacer, con el fútbol que propone Messi?

Messi, el repentista

Sea como fuere, Kohan aprovecha el fútbol de Messi para pensar las relaciones entre literatura e historia, y para, de algún modo, pensar las claves del proceso de creación: ya en literatura, ya en fútbol. Un artículo imperdible, para los que gustamos del fútbol por el fútbol, y de la literatura.

Un fragmento:

En su juego [el de Messi]puede apreciarse, por fin, la manera acaso inevitable en que toda improvisación, aun en su utopía radical de presente absoluto, se nutre del pasado y lo trae a colación. La improvisación parece funcionar como si las cosas surgieran de la nada, pero resulta imprescindible advertir de qué forma en esa nada hay siempre algo, hasta qué punto en ese “nada previo” hay siempre algo previo. La improvisación pretende deshacerse del pasado (nunca hacer lo que ya se ha hecho) y del futuro (no prever ni proyectar). Pero es interesante notar la manera en que una determinada memoria, que no tiene por qué ser la del ejecutante, opera en el interior de la propia improvisación; de qué manera esa suma de lo ya sido que llamamos tradición, habita la improvisación sin necesidad de que se la invoque.

Haiku, de Iris Rivera y María Wernicke

Este libro, Haiku, de Iris Rivera y María Wernicke, recibió galardones que dan cuenta de su valor sin importar cualquier recomendación que uno pueda hacer aquí. Así y todo, no sólo quiero recomendarlo, sino que quiero comentar la experiencia que significó para mí leerlo: entrar y salir de él, llevándome cada vez distintas impresiones, a cuál más cautivadora.

Haiku, de Iris Rivera y María Wernicke

Las autoras de Haiku eligieron como acápite para este libro un poema de Basho, justamente, un haiku, que dice:

En el estanque
se zambulle una rana
ruido de agua.

Ese breve poema nos propone una situación inicial donde la naturaleza, representada por el estanque, parece estar asentada en la tranquilidad de manera inamovible. No obstante, la rana, ese otro aspecto de la naturaleza, con su breve salto, en su efímera zambullida, rompe la tranquilidad. Es un momento. Y entonces, en ese preciso instante, se produce una suerte de epifanía, vale decir: una manifestación única de una realidad que está más allá de lo aparente, de lo estático. Luego vuelve la calma, pero ya nada es igual.

Con la historia que se cuenta en este libro-álbum sucede exactamente lo mismo, como si toda el libro fuera, en sí, un haiku.

La narradora, la que cuenta la historia adentro de esta historia, es una niña, cuya vida se ve alterada por la visita de una desconocida que llega al vecindario a pasar una temporada:

Era diciembre y domingo.
Los vecinos llegaron de un país que queda lejos.

Entre esos vecinos hay otra niña que tiene la misma edad que la narradora del cuento. Y esa otra niña tiene un perro que se llama Haiku.

"Tenían un perro llamado Haiku / y una hija de mi edad"

Estas dos niñas se irán conociendo a partir de pequeños sucesos que transcurren de manera poética. Sucesos simples, lejos de cualquier oropel, lejos de cualquier pompa: el perro, Haiku, que mueve la cola y lame la mano de la niña que narra; la otra niña, que saca a la vereda una caja con dibujos y con otras cajas adentro, al final de la cuales: una cajita llena de nada. Sucesos simples, como ser: invitaciones, regalos, juegos, sombras, canciones enhebradas en un collar de amistad. Esos pequeños eventos que, también al modo de una epifanía, transforman la soledad de una niña, la conmueven, la aproximan al germen de la vida.

Pero un día, la niña que había llegado se tiene que marchar. Algo ha sucedido. Una extraña carta medió en la separación entre las amigas:

La carta traía un mensaje de lejos.
Y la familia se tuvo que ir.
Y ella se tuvo que ir.

No se explica ni se hace explícito más nada. La separación sucede como algo irremediable y sin razones. No obstante, la niña que parte deja a la niña que queda un último regalo: una pluma. El regalo, tan simple como todo lo que sucedió entre las amigas, cuando es apropiado por la niña que queda, la que narra, se transforma en algo así como una promesa: la promesa de un vínculo inquebrantable, la promesa de una amistad duradera.

Con total naturalidad, las ilustraciones de María Wernicke narran y se acompasan al ritmo de la historia contada por Iris Rivera: historia e ilustraciones, inseparables para el lector, transmiten la idea de la belleza que, en ciertas ocasiones, la soledad, el silencio, la mínima gestualidad pueden llegar a tener por su propia fuerza de sugerir, en potencia, algo más allá.

Este libro nos ofrece la belleza colorida que comporta lo rústico, lo arcaico, lo terroso: la belleza de algo como un fuego primigenio. Nos ofrece esa forma de la belleza completa, propia de algunos objetos que parecen incompletos. Esa forma de la belleza permanente, propia de objetos que parecen efímeros. Esa forma de la belleza que pude provocar la tranquilidad de un estanque que vuelve a la quietud luego de la zambullida de una rana. O la belleza que puede contagiar un haiku, cuando se transforma en la sombra enrollada de un perro, o cuando dibuja las huellas de tinta que un pájaro marca sobre el papel de una carta que aún no se envió.

Uno lee este libro, lo mira, lo aprecia, lo vuelve a leer, lo cierra, y sucede como con el haiku inicial: algo vibra adentro de uno, luego vuelve la calma, pero las cosas dejan de ser como antes. Lo digo así, y no creo estar exagerando.