About Germán Machado

Nací en Montevideo, Uruguay, en 1966. Soy escritor y gestor cultural. Escribo poesía y narrativa para adultos y para niños y jóvenes. Desde 2014 estoy radicado en Vic (Catalunya, España).

Kvêta Pacovská, 1928-2023

Ayer a la noche, después de cenar, nos debatíamos sobre si nevaría o no, cuando, sin decir agua va, Stel·la me soltó: «ha muerto la Pacovská». Estaba con el móvil en las manos y lo leyó en el muro de alguien. Enseguida chequeamos la información en la prensa. Sí, la noticia era cierta: un par de periódicos checoslovacos lo anunciaban. Compartimos la noticia en nuestras redes y, en seguida, nos comenzaron a llegar respuestas, sobre todo de ilustradores, que, uno detrás de otra, reconocían la maestría de esta polifacética autora: artista, escultora, tipógrafa y, lo más cercano para nosotros, ilustradora de libros para la infancia.

Hoy me pareció importante recuperar y hacer circular un artículo que salió publicado en el número 46 de la Revista Peonza, en diciembre de 1998, que a su vez había sido traducido de una publicación original aparecida en la revista norteamericana Bookbird, volúmen 35 N° 2 (pgs. 46-49). El artículo es de Constance Vidor, bibliotecaria en la
Cathedral School de la Catedral de St. John the
Divine en Nueva York, y la traducción va firmada por M.J.M.V.

Kvêta Pacovská, por Constance Vidor.

Los ilustradores de libros infantiles como Maurice Sendak, Peter Sis y Genaddy Spirin han demostrado que las ilustraciones de libros infantiles pueden tener el mismo grado de brillante técnica y belleza expresiva que la que se encuentra en las Bellas Artes. Importantes exposiciones de ilustraciones de libros como la denominada «Mito, magia y misterio: 100 años de Ilustración Infantil Norteamericana«, expuesta en tres grandes ciudades durante los años 1996 y 1997, han logrado que la ilustración del libro entre en la órbita del museo de arte y que los trabajos gráficos originales para la ilustración de libros tengan ahora una significativa presencia en galerías de arte y colecciones privadas; sin embargo es raro encontrar hoy en día un artista cuya carrera conjugue a la vez ilustración de libros con Bellas Artes.

La artista checa Kvêta Pacovská es uno de estos raros ejemplos. Nació en Praga en 1928 y ha expuesto sus pinturas, dibujos, collages, litografías, esculturas… por todo el mundo. Su obra para libros infantiles ha logrado numerosos galardones, incluidos el
Premio Catalonia de Barcelona en 1988, el Premio Alemán de Literatura Infantil en 1991 y el Premio Hans Christian Andersen en 1992.

La obra pictórica y las ilustraciones de libros de Pacovská comparten las mismas inclinaciones estilísticas: fuertes contrastes de color, mezclas caprichosas de formas concretas y abstractas y la fascinación por el espacio, el movimiento y la transformación. La influencia del estilo Bauhaus se refleja en su preferencia por las composiciones planas, por las atrevidas formas geométricas y por la utilización del texto como un elemento del diseño del libro. La afinidad de Pacovská con la estética Bauhaus queda de manifiesto también en las criaturas híbridas que pueblan sus ilustraciones. Igual que los personajes y los trajes creados por Lothar Schreyer y Oskar Schlemmer, directores del Taller Teatral de la Escuela Bauhaus cerca de 1920, las vigorosas figuras de Pacovská están brillantemente coloreadas, caracterizadas por la mezcla de lo humano y de lo animal. Torsos, cabezas y narices están cómicamente hinchados, estirados o comprimidos en categorías adecuadas a un esquema juguetón que va cambiando las figuras, los movi mientos y sugieren un ballet abstracto y delicado de formas, semejante al ingenioso ballet mecánico vanguardista de Schreyer. Otro eco de la sensibilidad de la Bauhaus se encuentra en la mentalidad de Pacovská al colocar las palabras en la página. Se presentan en diagonal, en horizontal y se dispersan alrededor en distintos tamaños y dimensiones, que insinúan un papel puramente visual del texto.

Me encuentro con Pacovská en marzo de 1996 en la Galería Central Europea donde se exponía su trabajo, presentaba grandes litografías y misteriosas figuras audazmente coloreadas, cubrían las paredes. Delicadas esculturas de papel que sutilmente reflejaban luces y sombras en sus superficies, estaban suspendidas en el techo. Una construcción de dedales centelleaba dentro de una caja de cristal. Un cuadro de figuras luminosas, coloreadas sobre fondo blanco con piezas muy delgadas, se extendía sinuosamente fuera de la lona, sugiriendo un resumen visual de los temas artísticos de la exposición: esculturas divertidas, insinuaciones de movimiento y exaltación del encanto sensorial del color. Una seductora invitación a estar en contacto con el movimiento que parece emanar de estos bellos objetos.

Más tarde, en su estudio, Pacovska compartía conmigo algunas de las ilustraciones de sus obras. Sus libros incorporan la misma sensibilidad estética evidenciada en su fino material gráfico, todos están creados para ser entendidos no solo como objetos visuales, sino también como objetos táctiles en movimiento. Me miraba con ojos oscuros y brillantes mientras me mostraba cómo sus libros con plegados, sorpresas y troquelados invitan al lector a volver, mover, destapar y mirar con atención sus páginas de principio a fin. Mientras está leyendo se para y demuestra que el libro está concebido como un objeto independiente, lo mueve al revés o al derecho y lo inclina en diferentes ángulos para recibir la luz. Observándola podía ver cómo manipulaba las posibilidades de las partes móviles de los libros, convirtiendo al lector en un escultor. La satisfacción del lector-escultor va aumentando tras los múltiples matices, los brillantes colores, las letras decoradas, los trozos plateados y las páginas transparentes que le conducen a la transformación de las figuras de papel.

Las metamorfosis abundan en los libros de Pacovská. Alguna vez el texto incita a una transformación escultural de la página como en su obra Rund un Eckig (Gossau/ Zurich: Ravensburger, 1994) donde un hombre-lápiz acostado proclama: «soy una línea, un rectángulo, un cuadrado». Cuando el lector pasa la página la media sección del hombre-lápiz aparece inesperadamente para formar primero un diamante y luego un cuadrado, este surge al ascender su mano derecha para crear un ángulo recto con la página de la izquierda. Otras transformaciones tienen una presencia puramente visual, como el dibujo del hombre-luna en una página semitransparente en Teatro de Medianoche (Montena. Barcelona, 1993)

Las metamorfosis también se suceden en algunos libros con hojas troqueladas, cuyos dibujos pintan una hermosa y fluida sucesión de cambios alrededor de una imagen estática. En Teatro de Medianoche la página troquelada de la cubierta acoge a un sonriente hombre-luna y le lleva agarrado a una cuerda a través de una sucesión irreal de paisajes y cambios corporales. El hombre-luna se convierte en una de las dos cabezas de un payaso, en un fantasma flotante sobre un cielo. marrón, en un dios mirando hacia abajo a una figura felina, un gato en la caja y en un espectador en un teatro.

En El pequeño rey de las flores (Editorial Kókinos. Madrid, 1993) Pacovská utiliza los troquelados reforzando la estructura del cuadro y el fondo. En la primera parte de la historia el rey permanece inmovil en un jardín con su corazón abierto y lleno de deseo. Durante esta parte de la historia la imagen del rey se ve a través de un cuadrado recortado en el centro de cada página, como si estuviera prisionero. En la segunda parte el rey se libera del troquelado y a través de unas páginas profusamente coloreadas, viaja buscando aquello que va a satisfacer sus anhelos. En la conclusión de la historia los troquelados centrales reaparecen, pero esta vez el rey está con su nueva reina juntos en el jardín.

La transformación en el trabajo de Pacovská es un fenómeno intelectual, además de físico. […] La noción de metamorfosis también está muy presente en la realización de las criaturas y demás personajes. Identificables criaturas humanas y animales como reyes, hipopótamos, ranas y enanos han cuadrado extraordinariamente en sus cuerpos como si captaran en medio de los cambios una forma biológica y otra geométrica. A veces un gran círculo o rectángulo con esquinas redondeadas sustituye el torso de la criatura. Los pájaros tienen brazos, piernas y botas con altos tacones, cerdos que tienen alas y una piña juguetona, un bombín, unos títeres. Las criaturas de Pacovská, semejantes a las figuras en una representación teatral de la Bauhaus, son una mezcla caleidoscópica de dibujos abstractos y elementos figurativos concretos.

Sus libros repiten por todas partes ciertos tipos de seres, insinuando una cosmología personal de símbolos imaginativos. La gordísima rana, la narizota del hombre-luna y la enorme tristeza del sonriente gato están entre estos tipos. El hombre-lápiz es una de las más destacadas apareciendo con diferentes variaciones en sus libros y en sus trabajos gráficos. […]

El payaso de Teatro de Medianoche tiene un simpático parecido con el hombre-lápiz, con su alto y rectangular cuerpo, sus levados tacones y un sombrero puntiagudo. Quedo fascinada en el estudio de Pacovská al ver una larguísima, colorista y brillante escultura de un hombre-lápiz colgado de una pared. Como un clown, una técnica interpretativa, una marioneta de dedo, el hombre-lápiz introduce una aureola de alusiones teatrales al simbolismo artístico del lápiz.

Los personajes híbridos de Pacovská, audaces figuras geométricas en páginas complejamente organizadas, están bien adaptados al mágico mundo de los cuentos de hadas. Ella ha ilustrado cuentos de los Hermanos Grimm y de Andersen y ha escrito e ilustrado su propio cuento de hadas: El pequeño rey de las flores. Sus libros-concepto Rund un Eckig, Eins, Funf, Viele y Grun, Rot, Alle (Green, Red, All; Ravensburger, 1992) son sueños poéticos inspirados en formas, números y colores. En estos, tan buenos como sus vanguardistas Teatro de Medianoche y Flying, está creando, tanto cuando escribe como cuando ilustra, textos que funcionarán como trampolines verbales dentro de encanta doras manifestaciones visuales. Sus libros, juguetones, divertidos y por encima de todo bellos, ofrecen concretas diversiones ópticas y táctiles, así como insinuaciones de complejidad psicológica. Ellos ejemplifican su observación «La ilustración es la primera galería de arte del niño. En estas primeras galerías de arte los niños no solo pueden mirar, sino también tocar, jugar y reir«.

«Papeles». O de cómo «las bibliotecas nos cuidan»

Para la celebración del Día de las Bibliotecas, hoy, 24 de octubre de 2022, el Ministerio de Cultura y Deporte ha convocado un concurso de microrrelatos bajo el lema «Las bibliotecas nos cuidan».

Concurso de microrelatos: las bibliotecas nos cuidan

El microrrelato ganador en la categoría adultos se titula «Papeles» y es de mi autoría.

Así pensaba que me sumaría este año a la celebración de las bibliotecas. Pero como la cosa me parecía que daba para más, invité a mi querida amiga, la ilustradora Anna Aparicio Català, a que hiciera un «microcómic» (¿se dirá así?) a partir del relato ganador.

Anna, además de ilustradora, trabaja en una biblioteca, y supongo que ello la motivó a seguirme el juego. Y aquí está todo: el microcómic, el microrrelato, la celebración de las bibliotecas, en su día y en cada día de el año, porque es la verdad: las bibliotecas nos cuidan.

¡Feliz día!

PAPELES

Estaba en la plaza mayor, esperando a mi novia. En eso, pasó una patrulla. Uno de los dos policías, el más alto, me miró mal. Seguro que detectó mi temor, como hacen los perros, cuando olfatean el miedo a la distancia. Vinieron hacia mí, los dos policías. Temí lo peor. Temí que me pidieran papeles. Temí que me detuvieran. Ya me veía enmanillado, subiendo a un avión, deportado a mi país. El policía llegó hasta mi lado, el más alto. Lo seguía el otro, más retacón. Me señaló y me dijo, con una voz seca, tajante: “papeles”. Cogí la billetera del bolsillo de atrás del pantalón. Intenté controlar el temblor de las manos mientras la abría. Tomé el único documento de identidad que tenía en mi poder y se lo di: era mi carné de la biblioteca municipal. El policía alto lo cogió, lo miró, le dio una vuelta en sus manos, leyó mi nombre en voz alta. Miró al retacón. Sonrió, estoy seguro de que sonrió. Entonces, me devolvió el documento y me dijo: “circule”. Y eso hice. Circulé. Rápido, muy rápido.

¿Por qué son necesarios los clubes de lectura para la infancia y la juventud?

Hoy escuchaba el episodio 36 del podcast que Tàndem LIJ dedica a la conversación literaria y los clubes de lectura. Para la oportunidad entrevistaron a Marc Alabart, maestro, crítico de LIJ, promotor de lectura. En menos de una hora, el entrevistado hace un repaso de lo que significan los clubes de lectura en tanto una forma especial de conversación literaria, y vuelca con claridad y contundencia mucha información y buenas ideas, desde su experiencia como dinamizador de unos cuantos clubes, básicamente integrados por niñas y niños de distintas franjas de edades.

En el minuto 29 de la entrevista, el conductor del programa, Guillem Fargas, pregunta al entrevistado lo que ahora recojo como título de esta entrada: ¿por qué son necesarios los clubes de lectura?

Sesión del Club de Lectura «La Butaca Blava» en la librería El Petit Tresor.

Al responder, Marc parece dudar sobre el carácter necesario de estos espacios, y, de alguna manera, relativiza eso de la necesidad. Sostiene que la existencia de los clubes de lectura se emparenta con la existencia de clubes deportivos, con los grupos musicales, con las actividades culturales de tiempo libre: «extraescolares», dice. Sería necesario que existan, responde, por si alguien quiere asistir a ellos. Luego resalta el carácter voluntario de la asistencia a los clubes de lectura, con lo cual, de hecho, niega la obligatoriedad a la hora de asistir, y descarta de esta manera el rigor de la «necesidad». Sabemos que algo es «necesario» si comporta un vínculo estrecho con lo «obligatorio», con lo «ineludible». La educación es necesaria y, por lo tanto, la escuela es obligatoria universalmente. Asistir a la escuela no puede quedar librado a la voluntad de los interesados, sino que es una exigencia que satisface una necesidad individual y social.

En este sentido, entonces, los clubes de lectura no serían «necesarios», aunque por alguna razón, Marc no quiere llegar a este extremo de negar la necesidad.

En principio, la respuesta de Marc parece acertada, así volcada a la relatividad de lo deseable por sobre lo necesario. Discreparía con él en eso de asemejar los clubes de lectura a una actividad extraescolar. Esto es solo un matiz en relación con su respuesta, porque yo prefiero que los clubes de lectura se desprendan del todo de cualquier percepción que quiera asociarlos al aprendizaje escolar de la lectura o de la educación literaria, y cuanto más lejos de relacionarse con lo escolar, mejor.

Asistir a un club de lectura es algo que, en principio, solo debe interesar a los que ya son ávidos lectores: niñas y niños que disfrutan a rabiar de la lectura. En este sentido, no puede haber ninguna obligatoriedad cuando se toma la decisión de asistir. Y sin embargo, por paradójico que resulte, una vez que el niño o la niña están muy metidos en el mundo de la lectura, el club se vuelve necesario para ellos, porque viene a satisfacer una necesidad: la de completar los tres estadios del ciclo de la lectura de un libro.

Entiendo que leemos un libro, cualquier libro, en tres estadios: antes de leerlo; al leerlo; después de leerlo.

Antes de leer un libro, nos aproximamos a él por una recomendación personal, por una exigencia institucional, por la seducción y persuasión del marketing editorial y librero, porque lo hemos visto en algún lado y nos llamó la atención desde la portada y los paratextos… Ese primer estadio de la lectura de un libro es, en general, el resultado de una interacción, la decantación de un proceso de interacción social, salvo, quizás, cuando el puro azar nos puso un libro en las manos, y allí quedamos, individualmente ligados a su lectura.

El segundo estadio es el de la lectura en sí: ese momento de enfrentarnos, libro en mano, con el texto y con todo lo que constituye la propuesta lectora del libro. En general, este momento de la lectura es individual. Aunque la lectura en voz alta, conjunta, puede darle un carácter social: la lectura puede consolidar un vínculo muy fuerte cuando se hace en forma conjunta, vínculo que el libro sostiene.

Finalmente, el tercer estadio de la lectura de un libro es cuando acabamos la lectura del texto y sentimos la necesidad de hablar con alguien sobre lo que hemos leído, lo que nos pareció el texto, la impresión que nos dejó su contenido, los agrados o desagrados que produjo en nuestras emociones, el interés o el desinterés con que nos motivó su lectura… Esta última etapa de la lectura es, de nuevo, y predominantemente, social. Y es, de los tres estadios de la lectura, el que tiene un carácter más fuerte de «necesidad».

No tenemos necesidad de comenzar a leer un libro. No tenemos necesidad de terminar la lectura de un libro. Pero una vez que lo hemos leído, yo diría que tenemos la necesidad de compartir la lectura con alguien.

Sesión del Club de Lectura «La Butaca Vermella» en la librería El Petit Tresor.

Esa necesidad distintiva del tercer estadio de la lectura del libro, el de leer después de leer, es la que puede hacer que un club de lectura sea necesario para mucha gente, y muy en especial, para la infancia y la juventud.

Puede haber sustitutos para satisfacer la necesidad que satisface el club de lectura: por ejemplo, llevar un diario de lecturas personal y escribir en él todo lo que nos pareció el libro que acabamos de leer; o llevar adelante un canal de Youtube y compartir ahí nuestras impresiones; o escribir reseñas y comentarios en un blog; o conversar en el patio del cole con el amigo o la amiga que gustan de leer igual que nosotros… Son diferentes opciones para cubrir la necesidad que nos genera la lectura de un libro, sin dudas.

Como gestor que organiza y da soporte a diferentes clubes de lectura para la infancia, puedo afirmar que el «club de lectura» infantil y juvenil, tal como lo describe Marc Alabart en la entrevista de Tàndem LIJ, es la mejor opción para satisfacer esta necesidad de los lectores que he mencionado. Sobre todo cuando los lectores son niñas y niños, o jóvenes, y no encuentran en otros ámbitos sociales (tal como sería el café o el ateneo para los adultos) la posibilidad de acabar de leer socialmente lo que leyeron individualmente, vale decir: de acabar la lectura de un libro junto a otras personas, tal como cabe a la necesidad de haber leído lo leído en la intimidad o la soledad individual.

El vuelo infinito: libro de poesía de Fran Pintadera

Hace unos días, Pep Molist, que tiene buen oído lector, en el blog de Llibres al Replà, decía de Fran Pintadera que es «uno de los autores contemporáneos que más afina en la creación de cuentos breves y de libros álbumes«. Yo suscribo, y agrego: lean los poemas de este libro y verán que tiene una voz poética que afina, casi, como un pájaro cantor.

Desde la perspectiva, y con la voz, de las aves migratorias, Pintadera nos acerca al vuelo de los pájaros, a su relación íntima con la fascinación de los humanos, al colorido encanto de los plumajes eternos, a los caligramas vitales del anhelo de volar: todo ello, tal vez, como si intentara captar con palabras una metáfora de la vida en toda su extensión.

EL VUELO INFINITO de Fran Pintadera, textos poéticos, y Alejandra Acosta, ilustraciones poéticas. Lo publica KALANDRAKA en su colección Orihuela.

Mi hermano y Bartleby

Daniel Pennac nos ofrece un libro muy personal, emotivo, elegíaco. Un libro en el que hace el duelo de su hermano fallecido, Bernat, 5 años mayor que él, y el favorito de sus hermanos.

Para poder acceder a las profundidades de sus recuerdos y reconstruir en su interior la imagen nunca del todo aclarada de su hermano, Pennac acude al Bartleby de Melville.

Bernat le dio a leer el Bartleby a Daniel muy temprano en la infancia, y este personaje, que al decir de Borges es una representación de la “inutilidad esencial”, asiste al hermano menor para reconstruir su vínculo con el mayor.

Mi hermano, de Daniel Pennac y Bartleby, el escribiente, de Herman Melville.

El libro intercala una “lectura teatral” del Bartleby, hecha por el Pennac lector y dramaturgo, con una reconstrucción autobiográfica del vínculo estrechísimo de ambos hermanos: un relato que vienen a reivindicar, a partir del elogio de la inutilidad y sobre la base del principio de no incrementar la entropía, una hermandad única y hermosa.

El libro, además, nos ofrece una nueva reflexión de Pennac sobre el significado de la lectura, sobre cómo la lectura y la vida se imbrican de tal modo, que es necesario el intenso sentido que da la literatura para poder componer el profundo sentido de las emociones vividas intensa y tensamente, y viceversa.

Bellísima novela, y bellísima relectura del cuento clásico de Melville.

MI HERMANO, de Daniel Pennac, publicado por Random House, 2021.

BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE, de Herman Melville, ilustrado por Stéphane Poulin para una edición espectacular de Alianza Editorial.