A veces, leer es una suerte.
Se puede creer en ello o no.
O sea, se puede creer en la suerte o no creer en la suerte.
Esto definirá dos tipos de lectores:
- los lectores que creen en la suerte;
- los lectores que no creen en la suerte.
Luego, se puede creer que leer es una suerte o no creer en eso.
En ambos casos, habrá tres formas de lecturas posibles:
- leer antes de leer;
- leer durante la lectura;
- leer después de leer.
Si combinamos los lectores posibles y las formas de lectura posibles, y tenemos la suerte de leer «El libro de la suerte» (de Sergio Lairla y Ana G. Lartitegui, Editorial A buen paso, Barcelona, 2014), veremos que el libro ofrece seis lecturas distintas:
- La de los lectores que creen en la suerte y leen antes de leer.
- La de los lectores que no creen en la suerte y leen antes de leer.
- La de los lectores que creen en la suerte y leen durante la lectura.
- La de los lectores que no creen en la suerte y leen durante la lectura.
- La de los lectores que creen en la suerte y leen después de leer.
- La de los lectores que no creen en la suerte y leen después de leer.
Veamos cómo sería cada una de estas posibles lecturas.

Las dos portadas de «El libro de la suerte», de Sergio Lairla y Ana G. Lartitegui, Editorial A buen paso, Barcelona, 2014
- Lectura antes de la lectura del lector que cree en la suerte
Al encontrarse con este libro, el lector que cree en la suerte y lee antes de leer, lo mirará por adelante y por atrás haciendo su lectura previa. Para su asombro, descubrirá que no existen esas dos dimensiones: adelante y atrás. Girará y rotará el libro para un lado y para el otro y descubrirá que el libro tiene dos tapas. Y ya ahí, en esa primera lectura antes de leer, verá que las dos tapas representan la misma escena —una escalera mecánica dentro de un aeropuerto— pero vista desde distintas perspectivas. En la tapa donde el título está escrito con letras rojas, la escalera mecánica está enfocada desde un ángulo superior, y la imagen deja ver, en primer plano, una hilera de gente que desciende. En la tapa donde el título está escrito con letras azules, la escalera está vista desde una posición y un ángulo opuestos, y deja ver, en primer plano, una hilera de gente que asciende.
Si el lector que lee antes de leer es muy atento, verá que no solo el escenario ilustrado en las dos tapas es el mismo, sino que también el momento ilustrado es el mismo y, por lo tanto, los personajes son los mismos. Pero como por lo general la lectura antes de la lectura es rápida, nuestro lector que cree en la suerte habrá abandonado la tapa antes de descubrir mucha cosa y ya estará mirando las guardas. En una encontrará una serie de bocetos sobre fondo rojo. En la otra encontrará una serie de bocetos sobre fondo azul. Si avanza por el lado rojo, verá en la portadilla que al título del libro se suma un subtítulo: «El libro de la suerte. El viaje del Sr. Malapata». Y allí, en primer plano, aparece el personaje mencionado. Si, por el contrario, avanzó por el lado azul del libro, encontrará en la portadilla que el subtítulo es otro: «El viaje del Sr. Buenaventura». Y también es otro el personaje.
También descubrirá, más o menos atento, que existen dos dedicatorias: una, la escrita sobre fondo rojo, indica que el libro es «Dedicado a los que creen en la suerte». La otra, sobre fondo azul, indica que el libro es «Para aquellos que no creen en la suerte».
Con eso, a nuestro lector, que cree en la suerte, le alcanzará para pasar a la siguiente fase de lectura. Lo hará sin miedo, pensando que la suerte estará de su lado, y optará por comenzar a leer por la parte roja: la que cuenta el viaje del señor Malapata.
- Lectura antes de la lectura del lector que no cree en la suerte
Al encontrarse con este libro, el lector que no cree en la suerte y lee antes de leer hará los mismos descubrimientos que el otro. De todas maneras, como es descreído en cuestiones de azar, antes de escoger este libro para ponerse a leer averiguará quiénes son los autores. Lo que averiguará lo dejará tranquilo: Sergio Lairla y Ana G. Lartitegui componen un tándem autoral con una larga lista de títulos en su haber, entre los que destaca “La carta de la señora González”.
Una vez con el libro en su poder, nuestro lector, que no cree en la suerte, y que se siente más identificado con el Sr. Malapata que con el Sr. Buenaventura, preferirá dejar su «zona de confort» para el final, y comenzará a leer por la parte azul del libro.
- Lectura durante la lectura del lector que cree en la suerte
Nuestro lector comenzó por la parte roja. Allí se encontró con un personaje y una historia. El personaje, el señor Malapata, se nos presenta como alguien a quien la vida no le va bien. Lo han despedido del trabajo y anda como perdido y siempre malhumorado. Encuentra, casualmente, un folleto de una agencia de viajes que promociona un lugar para ir de vacaciones y resuelve tomarse unos días de descanso. Prepara las valijas, se acuesta a dormir y a partir de ahí, todo le irá saliendo mal con su viaje. Las desdichas no le dan tregua, al menos hasta el final, cuando un golpe de suerte le cambia la pisada. El final, en rigor, no es ningún final. La historia del señor Malapata termina en la mitad del libro. Y termina de un modo gráficamente impecable.
En la mitad del libro, una doble página que aparece plegada deja ver un gran barco. El barco se refleja en el agua del canal del puerto. Al desplegar la página, del otro lado, como en un resumen sinóptico, sin texto, mediante doce viñetas, se cuenta el final del viaje del señor Malapata. Si en este punto, nuestro lector quisiera continuar con la otra mitad del libro, deberá cerrarlo y comenzar a leer por el otro lado. Lo hará. Y allí encontrará la historia del viaje del Sr. Buenaventura.
La historia del Sr. Buenaventura es casi la misma historia que la del Sr. Malapata, y a la vez es todo lo contrario (o casi). Resulta que a este personaje, Buenaventura, muy ordenado, muy previsor, muy amable, todo le va bien. El viento le sopla a favor, dice por ahí, y el personaje se deja llevar. Emprenderá un viaje a una isla, Sereré, que es el mismo destino al que viaja el Sr. Malapata. Y en el viaje, cosas de la buena suerte, todo le irá bien, al menos hasta el final, sí, allí, en la mitad del libro, cuando nos encontramos con la imagen del barco reflejado en el agua del canal del puerto. Justo cuando nuestro lector que cree en la suerte acaba su lectura durante la lectura.
- Lectura durante la lectura del lector que no cree en la suerte
Nuestro descreído lector comenzó a leer por la parte azul, la del viaje del Sr. Buenaventura. Su lectura durante la lectura no diferirá sustancialmente de la que hizo el lector que si cree en la suerte. También este hará los dos recorridos completos, y tendrá tiempo para soslayarse observando las coincidencias de las dos historias cruzadas. Porque sí, este libro logra contar dos historias que corren «en paralelo» (dicho de manera figurada, porque en rigor, una corre de adelante para atrás mientras la otra lo hace en sentido contrario, siempre y cuando no demos vueltas al libro). Dos historias que suceden en el mismo tiempo y que se van cruzando, porque resulta que el Sr. Malapata y el Sr. Buenaventura, lo descubrirán los lectores una vez que comiencen con la segunda historia, viven en el mismo piso, viajan al mismo destino, el mismo día, y se van cruzando por el camino en circunstancias bien diferentes: dichosas para uno, malditas para el otro.
Como el lector que no cree en la suerte es un tanto más desconfiado del azar que el sí cree, la lectura que haga en la segunda parte será un tanto diferente. Cada dos por tres se detendrá cuando esté leyendo la segunda historia y volverá los pasos sobre la primera para buscar un detalle en particular. Y es que el libro está lleno de detalles que se duplican en ambas historias. Entonces, desconfiado, nuestro lector irá a ver si efectivamente, lo que sucede, por ejemplo, en la entrada al aeropuerto, está ilustrado de igual manera en ambas historias. O irá a verificar si el personaje auxiliar que aparece en la primera historia es el mismo que aparece como personaje secundario en la segunda. Y así seguirá, chequeando a cada rato los paralelismos, las coincidencias, los detalles, las azarosas necesidades o el necesario azar de ambas historias.
- Lectura después de leer que hace el lector que cree en la suerte
El lector que cree en la suerte, una vez que terminó su lectura vuelve a repasar todo el libro. También se detendrá en los detalles coincidentes y los festejará feliz. Por cierto, apreciará lo bien cuidado que están los textos y la riqueza de las ilustraciones, mucho más cercanas a la estética del comic que a la del libro álbum, pero dentro del formato de este último. Pensará que es una suerte el montaje de un libro álbum narrativo de estas características, donde el texto interactúa con la imagen en un juego de redundancias y complementariedades excelentemente logrado, dejando todos los detalles narrativos en el espacio de la ilustración para concentrar en el texto la información más gruesa que hace avanzar la trama.
Su reflexión final, seguramente, irá por el lado de los caprichos del azar, pero le quedará resonando en su cabeza la idea de que hay algo como una fuerza mayor, algo que pasa como a nuestras espaldas, y que rige nuestros viajes y se cruza en nuestros caminos.
- Lectura después de leer que hace el lector que no cree en la suerte
El lector que no cree en la suerte abordará esta tercera lectura lleno de ansiedad. Ya tuvo tiempo de ir y volver sobre las dos historias cuando hacía la lectura anterior. Ahora, se fijará muy especialmente en el modo en que la puesta en página de textos e imágenes facilitan la lectura simultánea de ambos. A la vez, se fijará en cómo el encadenado de las páginas, diferentes en su articulación gráfica, generan un ritmo de lectura (en algunas partes trepidante) donde los mecanismos de sucesión narrativa quedan resaltados a la vez que parecieran ser puestos en cuestión: nuestro lector desconfiado siente una fuerza que lo impulsa a seguir leyendo muy rápido, a la vez que siente la necesidad de frenar en cada recuadro. Y eso, esa experiencia de lectura, lo deleita, pues no es fácil que un libro álbum te conduzca en ese subibaja de tensión.
Sabedor de que «dios no juega a los dados», la reflexión final de este lector irá por el lado de la gran calidad que pueden tener dos autores compenetrados con su tarea para hacernos creer, en una historia muy bien tramada (o, mejor dicho, en los paralelismos de dos historias muy bien tramadas), que el azar y la suerte están extrañamente repartidos en la cuadrícula de las baldosas por las que avanzamos a diario, paso a paso, tropiezo a tropiezo.
Y tú, futuro lector, seas del tipo que seas, puedes no creer en este libro de la suerte.
Estás en tu derecho.
Pero entonces valdrá para ti lo que me decía un amigo siempre que conseguía un amuleto para mí, y me lo regalaba, y cuando yo, escéptico, le recordaba que no creía en esas cosas: «no te preocupes —decía mi amigo—, el amuleto funciona aunque tú no creas en él».
Pues eso, si tienes la fortuna llegar hasta este libro de la suerte verás cómo funciona, aunque tú no creas nada de lo que escribí hasta aquí.
—-