Lo que no te mata, ¿te fortalece?: reflexiones sobre «reseñismo» y «crítica» de literatura infantil y juvenil

En estos días leí una reseña de un libro de LIJ publicada en uno de los semanarios culturales más importantes de nuestro medio: El País Cultural. Esa reseña me llamó mucho la atención y me exigió pensar un poco en la función de la crítica (o en su ausencia).

Hasta hace relativamente poco (¿un año, dos?), la prensa «grande» no tenía la costumbre de reseñar libros para niños y jóvenes. En los últimos tiempos eso viene cambiando. De a poco, despacio y sin una sistematicidad que alcance para considerarla un lugar firme en el medio, se va haciendo costumbre encontrar notas de prensa sobre LIJ. Seguro que eso responde al hecho de que la LIJ va cobrando una importancia editorial sin antecedentes. Con muchos más títulos publicados, con mucha más visibilidad, con muchas más ventas, el negocio de la LIJ no es menor en lo que hace al conjunto de los resultados de la industria editorial. Siguiendo esa lógica, es obvio que la prensa le preste atención.

Pero lo que no había visto hasta ahora en la prensa era un comentario destemplado, duro, descalificador de un título publicado. Y sorprende encontrar una «crítica» así de un libro de un autor importante en nuestro medio, un autor con una trayectoria destacada, alguien que escribió libros de referencia en la última década, libros que significaron un soplo de aire fresco, un autor de títulos galardonados una y otra vez en concursos literarios nacionales, un autor con un merecido reconocimiento internacional. O sea, no se explica que allí donde se dedica tan poco espacio para la promoción de libros de LIJ se coloque una reseña desfavorable: ¿qué necesidad?

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En rojo: breve reseña del libro «Más acerca de novias y fútbol», de Federico Ivanier, publicada en El País Cultural, No. 1207, del 1 de febrero de 2013.

Conste: no pongo en cuestión el contenido de la reseña, porque no leí el libro. Lo que cuestiono es la pertinencia de la misma: si se dedica tan poco espacio a la LIJ sería mejor que el crítico que se encarga de la sección utilice su cupo para promover libros que él entienda que tienen un valor peculiar, que está bien recomendarlos y destacarlos entre la multiplicidad de títulos que se publican en el año. Si un libro no es del agrado del encargado de la reseña, pues que lo deje a un lado, que le explique eso al director editorial y que le sugiera a éste hacer un comentario de un libro que si le haya gustado y que crea que es conveniente promover. ¿O será que poniendo un comentario así de negativo el periódico intenta subrayar la independencia del espacio, su no adscripción al mercado, su potencial «crítico»? No lo creo.

Como habrán notado, fui cuidadoso al entrecomillar el término «crítica». Y es que una reseña así, apenas un suelto de 150 palabras, de hecho, no parece reflejar el ejercicio de una crítica literaria que, mal que nos pese, es prácticamente inexistente en nuestro medio (siempre con honrosas excepciones). Y conste que no digo que no sea importante que se reseñen títulos en la prensa cultural, que se seleccionen, que se promuevan: esa tarea puede ser una buena aliada de la crítica. Pero la crítica de LIJ, en sí, es otra cosa.

Y de esa otra cosa quería hablar ahora.

He venido cruzándome una y otra vez con un texto, un decálogo, del escritor polaco Isaac Bashevis Singer (uno de esos «Premio Nobel» que no trascendieron mucho), en el que hace explícitas las razones por las que, en su momento, escribió un par de libros para niños. En el decálogo, que lleva por título «Diez razones para escribir para los niños», hay tres puntos que refieren a la cuestión de la crítica. Los cito:

1.- Los niños leen libros y no críticas de libros. Los críticos les importan un pepino.

8.- Les gusta leer relatos interesantes y no comentarios, ni guías o notas que acompañan a textos.

9.- Cuando un libro es aburrido, bostezan abiertamente sin sentimiento de culpa o temor a la autoridad.

Seguro que el decálogo del escritor polaco apuntaba a desprestigiar la función de la crítica de su época: crítica que, donde nos descuidemos, le reprochó escribir para niños, como si al hacerlo el Nobel hubiera denigrado la literatura «seria», o algo así. En ese sentido, su gesto habría sido un lindo desquite. Pero en la actualidad, estos puntos suelen ser subrayados allí cuando se quiere afirmar que la crítica de literatura para niños no tiene mucho sentido y muy poca razón de existir. Los niños no leen críticas; a los niños no les interesan los comentarios; si un libro no les gusta lo abandonan y listo: de este modo, no habría mejor crítico de un libro para niños que el propio niño. Amo y señor en sus lecturas, el ejercicio de la crítica pasaría por su gusto inmediato. Si te apuntas a escribir para niños, es bueno que lo sepas, te leerán si les gusta lo que escribiste, y si no, olvídalo. Puesto así, el asunto tiene un barniz liberador, pero llama a engaño.

Seguro que muchos de los que citan a Bashevis Singer creen que sus apuntes son lo justo y lo correcto. Que es el niño, en tanto usuario directo, el único habilitado para ejercer una crítica adecuada. Y seguro que se equivocan, porque no van un paso más atrás y no consideran que, en muchos casos, que un libro llegue a las manos de un niño depende pura y exclusivamente de la labor crítica, labor que se ejerce por acción o por omisión.

Jorge de Barnola, en un artículo que a mi gusto va en la línea de esos equívocos, «La crítica en la literatura infantil y juvenil«, luego de insistir en que el ejercicio de la crítica (que en el artículo se confunde con el ejercicio de la reseña con fines comerciales) no tiene mayor utilidad en lo que refiere a sus destinatarios, concluye lo siguiente:

«A un niño o a un joven sólo hay que dejarle suelto en la sección de LIJ o en la de cómics (que forma parte ya de nuestra formación cultural y de nuestra personalidad diferenciadora respecto a otros siglos anteriores) para que encuentre lo que necesita leer en ese momento, al margen de la crítica, al margen de la imposición de los medios».

Este señor, que llega a esa conclusión luego de decir que el mercado es el que regula la LIJ: ¿no se detiene a pensar, por un segundo, qué es lo que hace que un libro llegue a la «sección de LIJ»? ¿No se le ocurre diferenciar cómo se integran las secciones de LIJ de una librería de fondo, o de una librería de una gran superficie, o de una biblioteca pública, o de una biblioteca escolar, o de una biblioteca de una casa de clase media? ¿No se cuestiona cómo se compone la sección de LIJ de un catálogo editorial? ¿No cuestiona que la supuesta libertad de elegir un libro por parte del niño pasa por la oferta general que está a su alcance?

Hace exactamente 20 años, los integrantes del Grupo Peonza, en España, en el marco del primer Congreso Nacional del Libro Infantil y Juvenil, proponían algunas ideas sobre la necesidad de una crítica especializada. Sostenían por entonces que «la avalancha de novedades que inunda el mercado de la L.I.J. viene acompañada de poca selección por parte de los editores lo cual provoca una escasa calidad en la mayoría de los títulos que están a disposición de los lectores» y agregaban que esta situación (hoy día exacerbada) hacía «urgente y necesaria la crítica literaria; el crítico (especialista, profesor, librero, bibliotecario) es un mediador de mediadores (entre profe/padre y lector/niño) y se convierte en un «vehiculizador cultural y social»«.

Para que las secciones de LIJ estén bien surtidas, sea cual sea el lugar en el que estén ubicadas, la función de la crítica se hace cada vez más necesaria, a menos que uno quiera que el mercado, y sólo el mercado, ejerza la función crítica. Y no basta para esto con esos espacios esporádicos que se abren en la prensa, por lo general orientados a la reseña y al comentario superficial. Lo necesario es el desarrollo de una crítica especializada, que trabaje de manera independiente, en equipo, con solidez en su formación, con calidad en sus estudios, conocedora de la tradición universal y local de LIJ, rigurosa en aquellos puntos que definen lo que de verdad es la función crítica, o sea, ese viejo «arte de enjuiciar»: separar, distinguir, discernir, elegir, decidir sobre lo dudoso, determinar sobre lo indeterminado, juzgar por comparación, pronunciarse sobre las obras, juzgar en un proceso histórico y, llegado el caso, condenar.

Que para todo esto último sea importante contar con la voz del lector está muy bien. Pero esto debe ser parte, justamente, de la formación de la crítica, que atenderá a la hora de ponerse en práctica la especificidad de las capacidades evolutivas (lingüísticas, cognitivas, psicológicas y lectoras) de los niños y de sus distintas edades, y que relevará, del modo más sistemático posible, sus opiniones acerca de las lecturas realizadas.

Hoy día, condenar por condenar un libro, hacer eso al margen de la sistematicidad de la crítica, no parece algo muy lógico. Si al menos fuera un acto de provocación que ayudara a fortalecer las instancias de formación de la crítica, si la condena revirtiera en un impulso para que los especialistas se agrupen, generen ámbitos de ejercicio crítico, intercambien ideas, orienten una labor práctica, abran sus espacios de acción (por reducidos, ocultos, o ninguneados que estén) al diálogo con los espacios de otros actores (tanto o más reducidos y ocultos), si ese fuera el caso, entonces esa condena ligera tendría al menos algún objetivo elogiable. Pero no parece que en el horizonte de la LIJ uruguaya, de momento, ese llegue a ser el caso. Ojalá me desmientan.

Nota bibliográfica: las citas referidas a la ponencia del Grupo Peonza están extractadas del artículo de Kepa Osoro: «Creación, difusión y crítica de la literatura infantil: Una aproximación desde la escuela» (publicado en: Cerrillo, Pedro C. y Jaime Garcìa Padrino (2000): «Presente y futuro de la literatura infantil», Colección Estudios, Ediciones de la Universidad de Castilla – La Mancha, Cuenca, 2000). De este texto también se toman algunas ideas. El concepto de crítica como arte de enjuiciar, que suelto al pasar, responde a una nota de Félix Duque (1998): «Historia de la filosofía moderna. La era de la crítica» (de Editorial Akal, Madrid, 1998). Las demás referencias fueron enlazadas en el texto.

Agradezco especialmente al poeta uruguayo, radicado en Suecia, Hebert Abimorad por facilitarme algunas lecturas teóricas de LIJ de las que aquí hago uso.

28 respuestas a “Lo que no te mata, ¿te fortalece?: reflexiones sobre «reseñismo» y «crítica» de literatura infantil y juvenil

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  2. No podría estar más de acuerdo contigo. Lo que comentás me preocupa particularmente desde mi lugar (vaya a saber cuál es). Llego a la LIJ (o la LIJ llega a mí) por motivos azarosos (la propuesta, en enero de 2009, de trabajar en la versión montevideana de Planetario) y hermosamente personales (con la llegada de mi hijo). Ese camino, unido a que trabajo en la diaria (como correctora, o sea: nada que ver) y eso me coloca dentro de una redacción, al ladito del editor de Cultura, me condujo a escribir alguna cosa sobre libros para niños. Fue un camino que he andado con mucho respeto y lentamente, porque no tengo una formación académica en la materia y considero que eso es una limitación importante (porque echo en falta conocimientos sólidos y porque estoy convencida de que la formación es relevante).
    Cuando me decido a publicar una nota o una reseña sobre LIJ (tarea que me da mucho placer, además de estrés porque me cuesta mucho escribir y mucho más quedar conforme con lo que escribo, pero para la que me cuesta mucho encontrar el tiempo para desarrollar) es porque algo me parece interesante, me gusta, me parece que es importante difundirlo. Tengo como uno de mis criterios el que vos mencionás: seleccionar lo bueno y no darle lugar a lo que no lo es (en mi opinión, obvio, y eso es algo que no hay que perder de vista, me parece). El peligro (y es algo que me inquieta) es que, al no tratarse de un ejercicio sistemático, sino más bien esporádico, entre lo no incluido hay mil cosas que son buenas y no leí, no llegué a conocer, no tuve tiempo o espacio de incluir, y que por lo tanto, el lector podría eventualmente considerarlas desestimables al no ser consideradas. Por eso creo que ese criterio es válido si va acompañado de rigor. Y por eso me genera incomodidad publicar: porque me doy cuenta de que mis elecciones pueden ser caprichosas y hasta injustas.
    Estaría buenísimo (y apoyo con toda la fuerza) que se generara una crítica seria de LIJ. Para eso hace falta formación, hace falta entender que la LIJ tiene su especificidad, hace falta darle espacio, hace falta investigar sobre el tema, estudiar y aprender. En la oferta académica montevideana formal no hay nada ni parecido; por otra parte, no es fácil acceder a bibliografía teórica sobre el tema. No es fácil, pero no deja de ser un lindo desafío.
    Por último, coincido plenamente en lo que decís acerca de la necesidad de la crítica en tanto orientadora de los mediadores de lectura. Creer que los niños por sí mismos van a la librería y eligen es ingenuo. Los niños leen lo que les damos. Para arrancar, no van a la librería solos. Para seguir, en las librerías no siempre hay una oferta amplia y de calidad, y suele ofrecerse los libros con criterios meramente comerciales. Mi hijo es un gran lector, tiene libros bellísimos, muchos y variados, pero si lo soltás en una librería es muy probable que elija la última porquería que brilla y tiene a Ben 10 en la tapa. Eso no quiere decir que no sepa elegir ni que tenga mal gusto, ni mucho menos que no sepa apreciar los buenos libros. Pero pesa el costado comercial, eso que se ve en la tele y demás. Por otra parte, hay joyitas que no son de fácil acceso, que no muestran su belleza a la primera mirada ligera, y que posiblemente el niño no elija por sí mismo si no se las mostramos, si no lo acompañamos.
    Supongo que falta mucho. Que empiece a haber algún espacio no deja de ser importante aunque es indisimulable el gusto a poco. Me encantaría que se pudiera ir en el sentido de generar un crítica respetuosa y rigurosa.
    Y dejo por acá porque parece que se me fue la moto con la extensión del comentario.

    • Ey, muchas gracias, Rossana, por tomarte tu tiempo para escribir esto. Aquí el espacio no es problema. Estoy de acuerdo con lo que dices, comparto tu preocupación y entiendo que vayas caminando como pisando huevos. De todos modos, quizás cabe aclarar algo de mi parte: no me opongo a una crítica dura, vale decir, a una crítica que desmonta un libro (sus carencias, sus fallas, su poca calidad) a partir de un contexto que engarza con una amplia, sistemática y continuada reflexión sobre la LIJ.
      El tema es que aquí eso no se practica. No creo que haya más de cinco o seis personas que puedan hacerlo, y no lo hacen. Quizás sería genial que comiencen a manifestar reparos en determinados ámbitos y, luego, que eso pueda pasar a círculos más amplios, hasta llegar a la prensa. Sería genial. Pero de momento no se ve, no se oye, no se lee. Por lo pronto, en mi blog, y en lo que me toca, cuando hago una reseña es para meterle para adelante a algunos libros que voy leyendo. Y sí, ¿qué necesidad tengo de ponerme a condenar? A lo sumo, como aquí, presento discordancias con otra gente que opina. Y trato de ir formándome con los libros que me caen y con cosas que consigo en internet (lo de la revista Peonza, toda en la web, es para pasarse horas navegando). En fin, como ves, vamos por el mismo andarivel. Y todo suma.
      Saludos y gracias por dejar tu comentario.

  3. Quedó claro que no te oponés a una crítica dura si ésta está fundamentada. La que citás no da ninguna pista, no aclara, no argumenta. Sólo ridiculiza y pega duro. Eso la vuelve dañina. A mí, en lo que es personal (y eso tiene que ver con mi manera de ser y no es para nada una virtud), me cuesta criticar (por un lado, en esta materia no me siento calificada para hacerlo, entonces voy pisando huevos (una expresión muy gráfica, por cierto); por otro, no me siento cómoda en ese papel: prefiero darle para adelante a lo que me gusta). Yo creo que sería interesante que hubiera crítica, y cuando la haya, que haya crítica dura y exigente, como la hay de otros géneros literarios.
    Me anoto los piques. ¡Gracias!

  4. Ladran Sancho, señal de que son perros… Nada impide hacer una crítica de esta crítica. Y es lo que están haciendo, Germán, Rossana. Bravo por eso!

  5. Hola Germán, muchos saludos desde la otra orilla y gracias por tu blog (como siempre), con temas de discusión interesantes. ¡El viejo tema de que si hay poco espacio hay que hablar bien! Siempre teníamos esta discusión en las revistas donde yo colaboraba. Pero ¿qué pasa si un autor se queja porque nunca sale una nota de sus -exitosos- libros? ¿Qué, si le dan un importantísimo premio y tus lectores esperan una opinión? Así que, de vez en cuando, todos los espacios tienen que ocuparse también de lo menos bueno porque hay lectores que están esperándolos.
    Por otro lado, se acepta con alegría una breve nota «positiva» pero no una breve nota «negativa». ¿Por qué esta exigencia? Pienso que si es alguien con nombre y apellido quien firma la reseña y sus lectores confían en su criterio, también es suficiente cuando hace unos apuntes sobre la escasa calidad.
    Por último: ¿hay crítica (así con mayúsculas) en la prensa general? ¿Sería pertinente? La mayoría de los lectores que leen reseñas en prensa no especializada lo que quieren son ideas para leer libros nuevos y no tesis doctorales que argumenten hasta el final… Así, los que compran un diario y leen a fulanito siguen un criterio, probablemente distinto de los que leen otro diario. En España la crítica de libros infantiles se fue a la universidad y, aunque es un espacio muy interesante para su estudio, no necesariamente es el mejor para difundir autores y libros (¡hay cada tesis por ahí!).
    Sobre el gusto de los niños: estoy completamente de acuerdo en que hay que ayudarles a crecer y ampliar sus criterios…
    Un abrazo cariñoso,
    Ana

    • Hola, Ana. Gracias por los saludos y por pasar por aquí. Y ahora pensaba que es evidente que la situación de España y Uruguay es bien diferente en lo que hace al desarrollo de la crítica de LIJ. Entiendo lo que dices sobre la necesidad que a veces tienen allá –donde la crítica tiene un espacio sistemático y una continuidad establecida– de hacer una nota negativa sobre un libro. En mi comentario anterior subrayaba que no me opongo a ese tipo de notas. Allá la cuestión es cómo entra la reseña negativa en un «corpus» general de crítica. Acá el problema es que nos falta ese corpus, luego, ¿qué necesidad de hacer una nota negativa? Si tú sigues a un autor, conoces toda su obra, sabes cómo se inserta en una corriente general de LIJ, está bien que si el autor escribe un libro que es malo se anote eso y se haga ver. Incluso eso estaría bien para el autor, que más allá de su enojo inmediato es de esperar que se cuestione qué está haciendo, por dónde va. Pero si nunca te ocupaste de la obra de un autor y el día que lo haces es para denostarlo con virulencia, pues eso, no tiene mucha lógica. Ojalá con el tiempo llegue a recibir con beneplácito incluso notas como la que me impulsó a pensar estos temas.
      Abrazo,
      G.

  6. Hola Germán, como todos tus buenos artículos, éste conduce a reflexiones de fondo. En este caso, más allá de la «negatividad» del suelto, la ausencia de formación en crítica de LIJ. El año pasado aprobé el curso virtual de mediador de lectura para niños que ofrece el MEC. Su bibliografía de apoyo es buena. ¿Qué tal si planteamos, al Centro Cultural de España o instituciones semejantes, la posibilidad de armar un taller piloto en esta materia? Algo que funcione como embrión de una evental formación en crítica de LIJ. Me ofrezco a colaborar -con asesoramiento, claro- en la elaboración del programa y la producción del cuerpo docente de ese taller piloto. Como siempre el problema será la remuneración, ahí pensemos juntos.
    Perdón si deliro, deben ser los 50 que cumplí el 12.
    Abrazo.

    • No creo que sea un delirio, Fabio. Creo que se puede buscar la vuelta y juntar los esfuerzos dispersos y las ganas de alguna gente que está pensando en cómo revertir esta situación deficitaria. Charlemos y busquemos algo. Abrazo, y feliz cumpleaños.

    • Desde ya me anoto en ese taller. Fabio: ¿ese curso virtual del MEC sigue en pie? ¿Me pasarías los datos al respecto?
      Buenísimas repercusiones de tu artículo, Germán. Y no, de ninguna manera es un delirio; es una muy buena idea.

  7. ¡Bien! Ya somos tres, ¿cuándo nos juntamos? Podemos plantear el taller, cursillo o «jardinera», incluso, a la Escuela de Bibliotecología, donde ejerce la pionera Bavosi. O a la Biblioteca Nacional, donde Liscano seguro da el sí.
    Ana, entrá a la página del MEC, http://www.mec.gub.uy, andá a la pestaña Educación y allí al ícono de Uruguay Educa, ahí están todos los cursos virtuales que ofrece el MEC. Aunque, en tren de amistosa sinceridad, tendría algún comentario para hacerte al respecto, en privado (parezco el James Bond del medio siglo).

    • Claro, Fabio, me encanta James Bond! Entré en Educación pero no veo «Uruguay educa», ¿Es Edu Mec? Dame una «manito» -como me encanta escuchar en Chile- y ponme el link directo. Gracias. Buenísima la iniciativa de talleres de crítica. Un abrazo

      • El medio siglo sigue abochornándome, Ana, efectivamente el sitio es Edu Mec, no Uruguay Educa. En fin, no lo comentes fuera de Europa. Abrazo.

  8. Querido Germán,

    gracias a tu último artículo acerca de críticos y reseñeros me sentí absolutamente reconocida.

    No sé si me cabe el título de crítica o reseñera pero escribo sobre libros luego de leerlos. ¡Me encanta pregonar que los leo desde el comienzo hasta el final!

    Evito que se me escapen las omisiones de puntuación, los errores ortográficos y señalo cuando la estructura de lo escrito, se viene abajo.

    Trato de comparar las nuevas publicaciones con las creaciones pasadas y ofrecer una evaluación consistente.

    Informo y pretendo guiar al lector por el mejor camino. ¡Cuánta razón tenés al afirmar que los espacios dedicados a la crítica de LIJ son pocos! Pero también es cierto que se van abriendo nuevos horizontes.

    En las últimas décadas la literatura infantil y juvenil ha aportado una buena cantidad de material, donde escritores e ilustradores respetan el gusto del niño, los adolescentes y los jóvenes; aunque tampoco encuentro afinidad con la división por edades.

    Para mí no hay debate, te has encargado de enunciar en forma tan clara que los espacios en los medios de difusión son mínimos y que debemos priorizar lo que nos gusta por encima del resto, que es una reiteración agregar lo mismo de mi parte.

    De otro modo, nos veríamos obligados a optar por un tipo de comentario tan pobre como inconcluso.

    Un abrazo,
    Dinorah Polakof

  9. Llego medio tarde a este debate, leo anonadada la nota de El País Cultural (¿quién la firma? ¿alguien sabe?), y pienso, una vez más, que el tema de la LIJ en el Uruguay -como sostuve hace unos años en un libro tan gordo como poco conocido- anda a lso saltos. Y la «crítica» también. Hoy poquito, mañana bastante, luego nada por un tiempo y nuevamente a renacer.
    Porque debo disentir contigo, Germán, en que sea recién ahora que «la prensa “grande”» -y en particular El País Cultural- se haya puesto a reseñar libros para niños y jóvenes. Hace unos diez años o un poco más era común encontrar un par de notas breves por mes sobre libros de LIJ en ese suplemento, y también notas más largas e incluso alguna entrevista. (Por ejemplo, tuve el honor de ver reseñada allí mismo mi «Como un volcán» por Óscar Brando y «Árboles blancos» por Andrea Blanqué , así como «Siempre la misma egoísta», por Alicia Torres en Brecha, en notas bastante extensas y serias y profundas en todos los casos. (Si a alguien le interesara leerlas, puede encontrarlas en la página de msi libros: http://www.facebook.com/media/set/?set=a.286850534663297.86210.187142867967398&type=3).
    Luego, por un tiempo, la novedad dejó de ser novedad, los autores éramos pocos y ya conocidos, la literatura juvenil uruguaya dejó de ser una «rareza»; tal vez nuestro medio se interesó más por otros «fenómenos» culturales como el Plan Ceibal (y quizá algunos medios como El País Cultural cambiaron de manos en su dirección), y sí, durante tres, cuatro o cinco años la crítica de LIJ brilló por su ausencia y las reseñas de LIJ fueron cada vez más breves y esporádicas.
    Por suerte, en el último lustro una nueva camada de escritores (como tú) se han incorporado a la movida uruguaya de la LIJ, que es cada vez más agitada en todo sentido. Además de la publicación de muchos libros muy buenos y no tanto, de la presencia activa de escritores e ilustradores en ferias, escuelas, liceos y biblioteca, hemos asistido a otro tipo movidas impensables hace diez años, algunas muy mediáticas y atractivas para la prensa: nuestro más famoso personaje de LIJ se ha vinculado al Rock y viaja por el país poniendo a miles de niños a cantar, gritar y hacer pogo (no sé si también a leer); un libro es presentado por el capitán del único seleccionado uruguayo de fútbol que se distinguido en los últimos 40 años, otro por un modelo masculino (ya algo veterano) ¡y por un integrante de «Gran Hermano»…!
    En cuanto a destinar todo el espacio disponible en la prensa para elogiar, no estoy de acuerdo. Creo que la crítica dura es necesaria aún en la etapa embrionaria en que esta se encuentra en nuestro país en lo que a LIJ se refiere. Si esperamos que crezca para dejar de lado la condescendencia, no le permitiremos crecer nunca. Entre otras cosas, porque no toda obra que consideremos digna de apoyar y dara conocer debe ser perfecta en todos los aspectos.
    Pero tiene que ser una crítica seria y bien fundamentada, aunque sea muy breve.
    La nota en cuestión sobre la novela de Ivanier (que no es la primera sobre un libro suyo que aparece en el PC, ni mucho menos), es sin duda superficial e innecesariamente agresiva, a la vez que despectiva para con los «adolescentes hormonados» a quienes parece descalificar como destinatarios válidos de una obra literaria, o de cualquier tipo, ya que esta parece ser su principal crítica al libro, fundamentada apenas por una mera descripción de ciertos detalles de su argumento y por su equiparación al género «telenovela». Reitero, una vez más (ya parezco un loro), que un argumento no es lo único, ni lo principal, que hace a la calidad (o falta de ella) en una obra literaria. Más allá de lo que dice el título (que de por sí no me impulsa a leerla, ya que parece afirmar a los lectores, los editores o los libreros: «¿Querías más de lo mismo? Tomá:») me deja igual que al principio, sin saber si vale la pena tratar de leerla o no, pues la descalificación poco seria que se realiza en la nota no permite percibir si la obra es realmente tan mala o prescindible como parece creer este/a reseñista, o si él o ella -como los «adolescentes hormonados» a quienes alude- tiene dificultades para resolver algún problema personal con el género, el autor, la editorial que publicó el libro o vaya a saber con quién, y el libro terminó pagando el pato.
    (Como siempre, perdón por el «largor»).

    • Por mí podías seguir de largo, Magdalena, y ahondar en lo que la nota subraya en su aspecto central: nos falta un corpus de crítica sistemática. Sé que no discrepamos en esto, pero seguro que podías hacer un repaso histórico de lo que sucedió en este plano en los últimos 20 años: los saltos que se dieron también en esto. Luego, si es cierta esa carencia que subrayo, lo de si la reseña es pertinente o no me lo vuelvo a pensar más despacio, porque tu argumento es atendible y de peso. Creo que Ana Garralón iba en la misma dirección.
      Siempre son bienvenidos tus comentarios aquí. Gracias.

  10. Respecto a lo que sugiere Fabio, me parece genial, obviamente, pero debo hacer notar que desde hace años tanto la EUBCA como IBBY (con la Bavosi y también Adriana Mora a la cabeza) han venido realizando talleres para animadores a la lectura, encuentros y simposios, en algunos casos con el apoyo de otras instituciones, como el CCE (alq ue aquí se mencionó), por ejemplo. Eso ha generado entusiasmo, valoración de la LIJ, formación de bibliotecas y otros espacios de lectura, apoyo a escuelas, centros CAIF y otras instituciones; ha generado muchísimas cosas maravillosas, pero no ha generado crítica literaria de LIJ. Tal vez, si se quiere formar críticos de LIJ, la formación deba ir por otro lado.

  11. ¡Bien, con Magdalena somos cuatro! Mientras Ana espera que le paguemos el pasaje, juntémonos, Germán, Magdalena -invitemos a Adriana Mora y Ana María Bavosi- para diseñar el primer taller de formación para críticos de LIJ y nombrar la honorable comisión fomento (del mismo).
    Tré.

      • ¡Bien, contigo somos cinco! Yo también me anoto como alumno, ¿conocés forma más idónea de transformarte en alumno que crearte tu propio curso y conovocar a tus propios profesores? El momento peliagudo es preguntar por los cachés, pero es toda gente sensible. Financia LIJCard, la tarjeta inocente.

    • No, no esperen a pagar pasaje. Hagamoslo on-line, es una experiencia maravillosa y seguro que ampliable a otros lugares donde se hable español. Cuenten conmigo,claro. (Fabio: ya, ya entré, pero la edad no tiene nada que ver, no vale como excusa!)

    • Fabio, gracias por la invitación, me encantaría pero por ahora no me puedo poner más «deberes». La provecta edad de más de un siglo (je) también me impide acaparar más tareas sin que se produzcan cortocircuitos graves en el cablerío mental y físico, y debo dedicarme de una buena vez a mi tesis de maestría, que, de paso -aunque no es de crítica-, si logro concretarla confío en que algo pueda aportar a la cuestión. (Otro proyecto más que queda anotado para cuando me jubile de la docencia, si aún hace falta…)

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