No es frecuente que un poeta gane el Premio Nobel de Literatura. Y no es frecuente que un poeta sueco sea editado en Uruguay. Pero ambos fueron los casos con Tomas Tranströmer (Estocolmo, Suecia, 1931), flamante ganador del Premio Nobel de Literatura 2011.
Allá, por 1989, se publicaba en Uruguay una antología de su poesía que llevaba por título: «El bosque en otoño».
La antología seleccionaba poemas de los libros que el autor tenía publicados hasta entonces: «17 poemas» (1954), «Secretos en el camino» (1958), «El cielo a medio hacer» (1962), «Tañidos y huellas» (1966), «Ver en la oscuridad» (1970), «Senderos» (1973), «Bálticos» (1974), «La barrera de la verdad» (1978) y «La plaza salvaje» (1983).
El libro fue una co-edición llevada a cabo por dos editoriales independientes: Ediciones de Uno (Uruguay) y Editorial Siesta (Suecia). La traducción es de Roberto Mascaró. El diseño de portada y armado del libro es de Gustavo «Maca» Wojciechowski. Lleva una introducción de Louise von Bergen y una nota en contratapa del traductor (y poeta) Roberto Mascaró.
Hoy, cuando escuché la noticia de que le habían concedido el Premio Nobel a Tranströmer me alegré. Pensé que de algún modo, este premio le correspondía en parte a Ediciones de Uno, ese grupo de poetas uruguayos que tuvo la loca idea de encarar una editorial de poesía cooperativa, allá por 1983, en plena tarea de resistencia a la dictadura, y el mérito de editar de todo un poco, además de desarrollar una prolífica actividad cultural: recitales, revistas, peñas, talleres.
Los dejo con uno de los poemas que leí en aquel entonces, un poema elegíaco que ahora vuelvo a leer con la distancia —y el sabor— de los años recorridos:
Lamento
Él apartó la pluma.
Quedó quieta en la mesa.
Quedó quieta en el vacío.¡Demasiado lo que no se puede escribir ni callar!
Está paralizado por algo que sucede muy lejos
aunque la milagrosa mochila late como un corazón.Afuera está el verano.
Del verdor llegan trinos —¿personas o pájaros?
Y el guindo en flor palmea los camiones que llegaron a casa.Pasan semanas.
Se hace lentamente noche.
Las polillas en la ventana:
pequeños, pálidos telegramas del mundo.—
(Del libro: «El cielo a medio hacer», 1962)
Notable el post, Germán. ¡Maravilla!
En casa, tenemos la fortuna de tener este libro.Este poema es uno de mis preferidos,por el llegué hasta aquí. Un placer.
Gracias, Ricardo y Amanda, por sus comentarios halagüeños. Y bienvenidos a este sitio.
Poder visionario de los poetas uruguayos, Felicitaciones por el acierto, más por haber rescatado la verdaera poesía que se pierde entre el follaje de la experimentación. Triunfa la poesía sencilla de imágenes elocuentes, un abrazo,
Iris
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