¿Y si Barbazul fuera argentino? Notas sobre una versión ilustrada de Barba Azul

Dice Helen Oyeyemi que Barba Azul es una de «esas historias que te cuentan desde niño en las que hay muertes, secuestros y cuerpos despedazados: si un niño entiende un cuento de esos no es un niño, es un adulto«.

No sé si puedo estar de acuerdo con eso. A mí me queda la idea de que un niño que lee Barba Azul lo entiende, incluso antes de entenderlo. Quizás no entienda lo mismo que un adulto. Pero tampoco hay muchas posibilidades de que dos niños, muy distintos entre sí (por edad, por clase social, por la historia local en la que crecen o por el camino lector recorrido), entiendan lo mismo al leer Barba Azul, así como luego de leerlo y releerlo, yo no entiendo lo mismo que otros que lo han comentado.

Con lo anterior estoy diciendo, por un lado, que está muy bien dejar que el niño haga su propia lectura: ¿leerá un cuento de terror?, ¿uno de suspenso?, ¿uno maravilloso, tipo de hadas?, ¿un cuento moral? Está muy bien dejar que el niño entienda (y que no entienda) lo que quiera y lo que pueda. Y por otro lado, está muy bien que nosotros, adultos, debamos y podamos buscar otros significados, explícitos o sugeridos, incluso en contra de las intenciones de los autores.

Por mi parte, luego de leer una y otra vez este cuento, el Barbazul adaptado e ilustrado por Anabella López para la Editorial Calibroscopio, y de compararlo con otras versiones, a la par de revisar bibliografía sobre Perrault, no sólo intento entenderlo; además, intento pensar en la utilidad social y en el valor cultural que tiene hacer una nueva edición, revisada e ilustrada, de un cuento tradicional como este, un cuento que ya tiene más de trescientos años de publicado, pero que no pierde su especial atractivo. En definitiva, intento pensar en los posibles significados de su actualización y de su actualidad, y eso sin dejar de tener en cuenta que este libro se edita en Argentina.

Barbazul, adaptado e ilustrado por Anabella López. Editorial Calibroscopio, Argentina, 2012.

«Barbazul», adaptado e ilustrado por Anabella López. Editorial Calibroscopio, Argentina, 2012.

Pero vayamos primero con el niño lector, o con un adulto lector desprevenido. Seguro que este lector, al leer este cuento, se encontrará con un clásico de terror, que combina a la perfección unos pocos elementos fantásticos con unos cuantos elementos históricos realistas, y todo ello sostenido por un mecanismo de suspenso impecablemente construido.

La historia es conocida: Barbazul es un personaje poderoso y rico. Una madre le ofrece a sus hijas en matrimonio, a pesar de que nada se sabe de la suerte de las muchas esposas anteriores que él tuvo. El casamiento se logra una vez que Barbazul seduce a una de las hijas mediante un despliegue fastuoso de riquezas. Una vez concretado el matrimonio, Barbazul se retira de su castillo (palacio) y deja a su mujer un manojo de llaves advirtiéndole que puede hacer lo que quiera menos entrar en una pieza secreta del palacio. La mujer no resiste la tentación y, en cuanto el marido se va, y una fiesta se desarrolla en palacio, ella entra en la pieza. Allí descubre el horroroso destino de las anteriores esposas, asesinadas brutalmente por Barbazul. La llave de esa pieza, mediante un mecanismo fantástico, delata la desobediencia de la mujer. El marido vuelve y, tras descubrir la desobediencia de su esposa, se dispone a castigarla por ello, dándole muerte. Cuando va a ejecutar el asesinato, la mujer logra entretenerlo hasta que llegan sus hermanos y la liberan, a la par de matar a Barbazul. La mujer, finalmente, se queda con las riquezas de su esposo difunto. Dos moralejas cierran el cuento: una con referencias a la curiosidad, “placer harto menguado”, y la otra con referencia a la decadencia del poder absoluto del hombre en el matrimonio: “ya no existe un esposo tan terrible”.

Ya lo explicó muy bien Marcela Carranza en su ensayo «Barba Azul. El realismo y el horror«: este cuento, Barba Azul, es extrañamente realista en el marco de los cuentos maravillosos publicados por Perrault en ese volumen titulado «Cuentos de mamá Oca, Historias o cuentos del pasado con moralejas«, publicado por primera vez en 1697.

A partir de esa base realista, la versión de Anabella López  resalta, con la ilustración del texto, y yo creo que muy a favor del lector infantil actual, dos de los elementos fantásticos que tiene el relato: la barba azul del personaje central y la llave de la puerta de la cámara del horror. A la par de eso, y también en beneficio del lector infantil, con sus ilustraciones subraya el carácter terrorífico del cuento, haciendo una apuesta estética más orientada a lo grotesco y lo simbólico que a lo caricaturesco o hiperrealista.

Barbazul y las hijas

Escena en la que Barbazul conoce a las dos hermanas que ofrecidas en matrimonio (fragmento).

El destaque de la barba azul en la ilustración fuerza una peculiar representación del personaje que no cumple estrictamente con una intención figurativa. Barba Azul, en el cuento de Perrault, es un hombre. Diríamos que es un hombre común y corriente, si no fuera por sus rasgos más conocidos: la riqueza, el ejercicio de un poder absoluto, la maldad, la fealdad y la barba azul, además del pasado oscuro que lo rodea en relación con la desaparición de sus esposas. En esta versión, a mi entender, Barbazul reviste la condición de un símbolo: es el monstruo patriarcal estatista, es la encarnación del horror dictatorial históricamente real, lo cual se explicará mejor al final de esta nota.

Según Marcela Carranza, el carácter humano (y burgués) de Barbazul tiene una ventaja en cuanto al logro de un relato terrorífico:

El Mal, el Horror, encarnado en un ser sobrenatural, en un “Otro”, permite de algún modo mantenerlo a cierta distancia. No así, cuando el Mal se encuentra a nuestro lado, y se encarna en un ser semejante a nosotros mismos. Cuando la apariencia del monstruo puede ser la nuestra, y ya no es tan fácil identificarlo, mantener frente a él una salvadora distancia. Un asesino serial que decide conservar, a la manera de un excéntrico coleccionista, los cadáveres de sus esposas, resulta más terrible si es de una naturaleza semejante al lector, y no un personaje igual de malvado pero perteneciente al mundo de lo sobrenatural. Siempre es preferible el mal encarnado en un ser ajeno a la realidad, aunque se trate del mismo diablo, que en un hombre común y corriente, un hombre que puede confundirse en la cotidianidad, salvo por el detalle poco relevante, al fin y al cabo, del color de su barba.

Marcela Carranza en su ensayo «Barba Azul. El realismo y el horror«

Pero la adaptación del cuento que hace López parece apartarse de esto último. El texto presenta modificaciones respecto de la versión que en su momento publicó Graciela Montes, autora argentina, quien tradujo los relatos de Perrault y que, con su traducción, los hizo sonar más adecuados para los lectores de esta región en comparación a como se leen en las ediciones españolas más antiguas. En la versión de López, no solo el cambio del título del cuento, que pasa de Barba Azul a Barbazul, se orienta en el sentido de modificar la lectura tradicional. Hay otros cambios: como que Barbazul anticipe el carácter mágico de la llave con la que se abre la cámara secreta de los horrores, o que esa cámara esté en el último piso, si se suben y no si se bajan las escaleras, amén de algunas enumeraciones que fueron eliminadas. En general, esos cambios no serían significativos si tenemos en cuenta que hay otras versiones de este relato, y que Perrault ya había hecho en su momento algunas variaciones respecto del cuento tradicional. Pero si lo son cuando entendemos que esta versión apunta (consciente o inconscientemente) en una dimensión más histórica y más político-social.

Lo que le da un aire diferente a esta versión, y a mí entender es su mayor mérito, son las modificaciones que introduce la ilustración al ineteractuar con el texto. La atmósfera ominosa del cuento está bien lograda en la ilustración, que pone en escena, salvo en tres oportunidades, el interior del palacio de Barbazul, y lo hace siempre con una paleta oscura y fría, donde los únicos toques de claridad provienen de los vestidos de la esposa de Barbazul y sus amigas, o de algunas partes de los rostros de los personajes. Oscuridad ominosa en la que se destaca de manera inquietante el brillo azul de la barba del personaje central. Y justamente, es en la forma de representar a este personaje central donde se da la modificación más significativa.

barbazul va a matar a su esposa

Escena en la que Barbazul va a matar a su esposa (fragmento).

En lo que refiere al realismo, subrayado por Carranza en su lectura de la versión de Graciela Montes, esta versión genera un contrapunto importante a partir del modo en que la autora eligió ilustrar al personaje de Barbazul: siempre en planos cerrados, con su cuerpo recortado, dejando un fuera de cuadro que apunta a explotar la idea de que, en definitiva, Barbazul podría no ser un humano, sino un monstruo, y que es muy difícil representarlo en su totalidad. En el cuento de Perrault eso no está siquiera sugerido. Para Perrautl, Barba Azul es un hombre monstruoso, pero hombre al fin. En esta versión se sugiere, mediante la ilustración, y luego, al final, con el texto, que Barbazul bien podría ser un monstruo apenas antropomorfizado. Está tan bien trabajada la ilustración del personaje que me niego a pensar que su actualización sea caprichosa y no tenga un significado bien preciso: justamente, el significado simbólico antes señalado.

Quizás, en el imaginario actual de la infancia, la desfiguración monstruosa tiene más atractivo que cualquier intento figurativo realista, y por ahí resulta que esta desfiguración, generando una ambigüedad notoria, refuerza las líneas centrales de suspenso que sostienen la trama del realto: ¿qué pasó con las mujeres anteriores de Barbazul?, ¿qué habrá en esa cámara secreta y por qué Barbazul le prohíbe la entrada a la nueva esposa?, ¿desobedecerá la esposa la orden recibida?, ¿podrá más su curiosidad que la prohibición?, ¿qué encontrará en la cámara al abrirla?, ¿evitará que la llave la delate una vez que fue usada para abrir la cámara?, ¿evitará que su marido la castigue tal como la amenazó?, ¿sobrevivirá la mujer a ese horrible matrimonio?, ¿llegarán sus hermanos a salvarla? En ese sentido, quizás la ambigüedad respecto del carácter humano o monstruoso de Barbazul, sostenida hasta el desenlace, refuerza las posibilidades de suspenso para la actualidad. Pero más fundamentalmente, así lo entiendo, refuerza la idea de que Barbazul es la representación de algo que aún hoy nos resulta difícil de definir: el mal, la banalidad del mal, lo inefable del mal absoluto, que como tal ha sido instrumentado en nuestras sociedades, décadas atrás, mediante el terrorismo de Estado y sus prácticas de tortura y desaparición forzosa.

En cuanto a la llave que sangra, ilustrarla en un primer plano, aparte del texto y de los encuadres que el libro presenta, es un acierto en esta versión: esa llave sangrante, tal como se nos presenta, tiene una belleza terrorífica y está muy bien su destaque al margen del relato. Esa llave, esa clave, además, está viva, y sangra, toda vez que se la utiliza para afrontar la verdad. Y ese otro elemento, la cámara del horror, y lo que hay adentro, está muy bien presentado en esta versión.

Si el texto tradicional se aproxima a esa cámara del horror mediante un juego de suspenso, sucesión de aproximaciones que postergan el descubrimiento del horror que encierra la imagen de los cuerpos asesinados, en esta versión la imagen se nos da de manera abrupta, pero a la par de ser más sugerida que mostrada. Lo que hay adentro de la cámara del horror se sugiere mediante el rojo de esa doble página, donde cambian radicalmente los tonos de la paleta, con lo que se logra que incluso resulte más potente la abstracción absoluta que cualquier representación figurativa: en lo no mostrado, en lo apenas sugerido por el color, el horror se muestra con mucha más eficacia.

Imagen de la cámara del horror en el palacio de Barbazul (fragmento)

Imagen de la cámara del horror en el palacio de Barbazul (fragmento).

En relación con la historia original, podría resultar un poco desconcertante la ilustración final que ofrece la versión de López, en doble página, sobre fondo claro y paletas de blanco. Es como si la nueva adaptación hubiera necesitado aire antes de cerrar el relato. Un aire que es dado no sólo en la ilustración, sino también en una modificación del relato, donde se habla del entierro de las anteriores esposas por parte de la mujer que terminó con el horror de Barbazul. Pienso que no es menor esta variación (el agregado del entierro) y que en cierto sentido viene a responder a la versión de Barba Azul que propuso Luisa Valenzuela, otra escritora argentina, en el cuento «La llave» (de 1993).

Si Barba Azul fuera, en el sentido que yo le atribuyo en esta versión, una figuración simbólica del horror vivido en Argentina durante la dictadura (1976-1983), esta escena final del entierro puede interpretarse como una necesidad de reparación. Una reparación que no parece ser requerida para la historia original, donde el rescate ya era suficiente, pero sí necesaria a la hora de considerar a Barbazul en clave histórica-política. Una reparación que en esta versión vendría a compensar (a la vez que subrayar) lo que aún no se logra completamente en la realidad presente.

Si es cierto que la versión original es una de las historias más sangrientas del folklore de la LIJ, y que por eso requiere del elemento del rescate al final, tiene su lógica que luego de las experiencias históricamente reales (vividas durante la dictadura y vivenciadas luego como un trauma social y cultural), una nueva versión requiriera además del rescate una suerte de restitución para las víctimas.

Imagen final del libro, donde la esposa de Barbazul entierra a las mujeres asesinadas por este (fragmento).

Imagen final del libro, donde la esposa de Barbazul entierra a las mujeres asesinadas por este (fragmento).

Además de excelentemente ilustrada y muy jugada en la apuesta a su actualización histórica, la versión de López me resulta de una belleza aterradora, y pienso que puede resultar muy atractiva para los lectores infantiles y juveniles. Lo único que le reprocharía a esta versión es la inclusión al final de las dos moralejas del cuento original.

Habiendo intentado simplificar la lectura, y habiéndola volcado hacia una representación histórico-política, en clave simbólica, dirección, a mi entender, influida por la realidad local del terror estatal-dictatorial nunca del todo reparado, las dos moralejas que están en la edición original, al ser consideradas por el lector, lo pueden obligar a concentrarse, una vez más, en todos los aspectos de género que el cuento subraya centralmente y que tan útiles han sido para una perspectiva de interpretación feminista: el castigo a la curiosidad y a la desobediencia de la mujer; la necesaria revisión de las relaciones de poder y dominio en el marco del matrimonio y la familia monogámica heterosexual. Esas moralejas bien podrían haberse suprimido y, así lo pienso, la versión ganaría más en lo que es: una revisión, una revisitación, del cuento original y su puesta a punto con un juego de ilustraciones impecablemente logradas.

Claro que si alguien quiere retomar estas moralejas y volver a utilizar esta versión en una dirección de crítica feminista, no van a faltarle elementos. Y más claro está que la lectura que aquí se hizo, hecha en clave histórica y política, corre por mi cuenta, y que los niños que se acercarán a este libro entenderán otras cosas, justo, justo, como debe ser.

7 respuestas a “¿Y si Barbazul fuera argentino? Notas sobre una versión ilustrada de Barba Azul

  1. Me parece que una de las mejores versiones de esta narración es la que ofrece Clarissa Pinkola Estes en su libro «Mujeres que corren con los lobos». Para mi no hay ninguna que la supere, ni tampoco al análisis que ella hace de este cuento.
    Muy bueno el artículo.

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