Una y otra vez, en un juego retórico que a esta altura parece gastado, para halagar la obra de algunos artistas y pensadores, del pasado y de una minúscula porción del presente, se construye una imagen apocalíptica: se dice que si mañana hubiera una catástrofe, una de esas bien jodidas, de las que no dejaría mucho en pie, entonces, los sobrevivientes, para recomponer su humanidad, recurrirían a las obras (escritos, pinturas, películas, etc.) de los grandes artistas. Y que eso, de algún modo, los salvaría.
Eso es un cliché.
Hoy pensaba que si hubiera una catástrofe de grandes magnitudes humanas, una catástrofe casi definitiva, y los sobrevivientes recurrieran a las obras de los grandes pensadores y artistas para algo, no encontrarán allí nada que les sea útil.
Nada de nada.
Con suerte, con mucha suerte, y con una sana y buena imaginación, dada esa catastrófica circunstancia, quizás se les ocurra algo nuevo para seguir adelante. Eso, claro está, siempre y cuando la mera sobrevivencia, el pasar día a día, les permita pensar o imaginar cualquier cosa que fuera más allá de buscar comida y calor.
En definitiva, si la obra de los artistas, pasados o actuales, no sirve para evitar la catástrofe, que se despidan nomás.
Ni se necesita llegar a la catástrofe. La tierra es finita, pq el sol lo es. Aún es así, salvo que encontremos una tecnología tal que pueda o, sacarnos a un planeta de condiciones adecuadas o acondicionar éste tras la muerte de la fuente de vida ppal. Por lo tanto, las obras son finitas como la vida sobre el planeta lo es.
No hay forma de que escribamos para la posteridad/eternidad pq lo escrito se va a ir al tacho como el resto de lo que nos rodea. Y yo creo que esa condición de finitud de muy largo plazo es tan desesperada que, quien emprende una tarea artística, quien siente ese impulso, lo lleva metido en algún lado pq se sabe a sí mismo finito.
O sea, para mí es exactamante al revés: escribimos pq tarde o temprano, vamos a desaparecer. No nos vamos a salvar de ese inevitable. Ese es un motor posible. Una condición desesperada que acecha, más o menos escondida. Y con nosotros, desaparece lo hecho. En meses, siglos o milenios, pero tiene fin.
Bueno, yo hacía una reflexión más histórica, vinculada al uso de ese cliché y en la dirección de dar un sentido social a la escritura, al arte: escribimos para evitar la próxima catástrofe. Esa es la idea. Quizás también sea un cliché, pero lo prefiero ante el otro. Saludos, Laura, y gracias por pasar por aquí y dejar tu comentario y tu visión del asunto. Seguro que nos vemos antes de que apaguen el sol ;-)
Totalmente de acuerdo. Es más tampoco creo que las obras científicas sirvieran de gran cosa, salvo a muy largo plazo.
Pendemos de un hilo.
Débil hilo :(
Abrazo, Paco.
No voy a evitar que se note que soy una persona bastante pesimista en muchos aspectos. Es un evidente cliché el sentir que nuestras cenizas pudieran ser el simiente para las generaciones «poscatastróficas», es más, podría hasta llegar a confundirse con una cuestión de ego, mezquindad si se quiere, una cuestión de «subestimación». Sería bueno, quizás en algunos aspectos, que no leyeran las grandes obras u observaran el magnífico arte creado por sus antecesores, ya que lo nuevo de ese panorama caótico, en líneas generales, necesitaría de obras originales que se adecuaran a una construcción social y cultural que pertenece, y realmente debería pertenecer, a una realidad distinta. Comparto con quien inició el hilo, el señor Germán Machado, la idea de que tal vez esa realidad creada en una «precatástrofe» les resulte total o parcialmente obsoleta.
P.D.: Hermosa imagen, porque es hermosa, no por la desolación que se intuye.
Hola David, gracias por pasar por aquí y dejar tu comentario. A veces, cuando me descuido, soy optimista. De hecho, en esta nota, creo que lo fui bastante ;-) Saludos.
Soy un escritor cuya novela hecha trata de la extincion humana en corto plazo. Pero de la lucha en si por evitar lo inevitable. Creo e imagine que en ese futuro sordido la clave del legado de la humanidad no yace en un libro, ni en nada parecido, sino en el abrazo de un padre a un hijo, tan simple como eso. Puede sonar cursi, pero es mi maximo secreto como escritor.