Siento gran admiración por la literatura que viene haciendo el argentino Martín Kohan. Podría recomendar, con absoluta seguridad, cualquiera de las novelas de él, las que leí con pasión y embeleso: Dos veces junio (2002), Museo de la revolución (2006), Ciencias morales (2007) o, la última, Cuentas pendientes (2010).
En cuanto a lo que sucede en el fútbol actual, deporte del que me he ido apartando por razones extra-deportivas, pero al cual regreso cada tanto como mero espectador, considero que con Lionel Messi ha vuelto a aparecer en las canchas un jugador de esos que siempre me fascinaron: por su capacidad de gambetear y por el modo en que lo hace.
Bien, la cuestión es que en el artículo «Lo que Messi improvisa» leo la interpretación que hace Kohan sobre el modo de jugar del volante argentino y me quedo pensando: ¿será que Kohan es a la literatura argentina contemporánea lo que Messi es al fútbol argentino actual? O mejor dicho: ¿será que Kohan se ve a sí mismo intentando una literatura que puede asemejarse, en su modo de hacer, con el fútbol que propone Messi?
Sea como fuere, Kohan aprovecha el fútbol de Messi para pensar las relaciones entre literatura e historia, y para, de algún modo, pensar las claves del proceso de creación: ya en literatura, ya en fútbol. Un artículo imperdible, para los que gustamos del fútbol por el fútbol, y de la literatura.
Un fragmento:
En su juego [el de Messi]puede apreciarse, por fin, la manera acaso inevitable en que toda improvisación, aun en su utopía radical de presente absoluto, se nutre del pasado y lo trae a colación. La improvisación parece funcionar como si las cosas surgieran de la nada, pero resulta imprescindible advertir de qué forma en esa nada hay siempre algo, hasta qué punto en ese “nada previo” hay siempre algo previo. La improvisación pretende deshacerse del pasado (nunca hacer lo que ya se ha hecho) y del futuro (no prever ni proyectar). Pero es interesante notar la manera en que una determinada memoria, que no tiene por qué ser la del ejecutante, opera en el interior de la propia improvisación; de qué manera esa suma de lo ya sido que llamamos tradición, habita la improvisación sin necesidad de que se la invoque.