Identidad de ciertas poetas: Amanda Berenguer (1921 – 2010)

Hoy ha muerto la poeta Amanda Berenguer. No creo haberla conocido más allá de su obra. Podría decir ahora que una vez fui a visitarla y que, sin conocerme, abrió la puerta de su casa y me recibió, lo cual confirmaría, para mí, la generosidad y apertura de esa mujer, esa poeta, de la que otros saben mucho más que yo, porque la conocieron mucho mejor.

Pero en su obra, compendiada en el libro “Constelación del Navío (Poesía 1950 – 2002)”, hay muestras de su vida mucho más fehacientes que el torpe testimonio que yo podría dar ahora, arrancado de una breve visita. Muestras, ejemplos, contundentes manifestaciones de la vida de una poeta, una de las mejores poetas de Uruguay.

“Constelación del navío”, publicado en 2002, contiene casi toda su obra (hay dos libros posteriores: “Casas donde viven criaturas del lenguaje”, de 2005, y el recién publicado “La cuidadora del fuego”): una obra extensa y diversa, abierta a la experimentación y recuperadora de las mejores tradiciones poéticas.

Dentro de ese libro, esa Constelación,  hay uno en particular que para mí es de los más bellos de su obra, y es el que -sin terminar de saber muy bien por qué- más me acerca a Amanda: se titula Identidad de ciertas frutas. Un libro sencillo en su superficie, pero con resonancias inmensas.

A partir de las distintas frutas a las que, tiempo atrás, podíamos acceder en estas latitudes (antes de que la globalización nos hiciera llegar los alimentos uniformizados de todo el mundo y en cualquier época del año: sin ton ni son), a partir de esas distintas frutas, digo, la poeta reconstruye un sentido de la identidad y el gusto: la identidad de las frutas y el gusto de las frutas, sí; pero también la identidad de las frutas reconstruida a partir de las palabras que las nombran. Y así, la identidad de la persona que, en el nombrar, como quien saborea la pulpa o el jugo de una fruta, degusta el momento espectral en el que se reconoce a sí mismo, en su lugar y su tiempo, sea como un ser deseante, sea como un sujeto confidente: alguien a quien la naturaleza humanizada le acerca un secreto y que, por ese acto de fe que ofrece la palabra desde su raíz mitológica (casi natural, casi sagrada), se siente con la suficiente fuerza como para interrogar a la verdad y a la belleza, cara a cara, lengua a lengua, palabra a palabra: “¿Hasta dónde llegan juntos el nombre y el fruto?”, se pregunta la poeta a partir de las dos sílabas del maní; y esa es, en definitiva, la gran pregunta: hasta dónde llegarán juntas las palabras y las cosas, lo dicho y lo hecho, lo escrito y lo actuado, lo profesado y la vida, lo silenciado y la muerte. ¿Hasta dónde?

De todas las frutas que identifica Berenguer en ese libro, me quedo aquí, por esta noche, con una de sus manzanas. Para que la poeta no se vaya del todo, para que vuelva, una y otra vez a celebrar su poesía, a abrir las puertas de su hogar, a servir los frutos de sus “secretas alegorías”.

La manzana

Una manzana color manzana

otra manzana sin cáscara

– – – – – – – – – – – color de otra manzana

otra manzana desaparecida

– – – – – – – – – – – saboreada:

de las tres ¿cuál la manzana verdadera?

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Caricatura de Amanda Berenguer por Fermín Hontou (Ombú)

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5 respuestas a “Identidad de ciertas poetas: Amanda Berenguer (1921 – 2010)

  1. Cómo y dónde comprar los libros de Amanda Berenguer. Sólo conozco uno y me gustaría leer más. ¿Me podría recomendar alguna librería de Montevideo donde estén sus libros cercanos y anteriores?. Gracias. Tomás paredes

  2. Pingback: Por sus frutas la conocerás | Garabatos y Ringorrangos

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